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Subi sin rechistar y me puse el cinturón para salir derrapando. En menos de 10 minutos estábamos en la nave y detrás nuestro iba el coche de Dan. Massimo abrió la puerta y sacó a Jorge fuera, lo metió dentro y lo tiró al suelo.

-Que querías de mi mujer? – preguntó con voz fría

-Matarla a ella y a tu bastardo.

-Dan – este se acercó a nosotros – registra su apartamento. Prepárale una maleta, nuestro amigo se va de viaje –asintió e iba a salir por la puerta cuando Massimo le volvió a hablar – ni una huella – volvió a asentir

Frank y Luca estaban de vuelta con todo el trabajo hecho. Se situaron a mi lado mientras Jorge seguía diciendo lo que me tenía preparado. Pasó desde violación hasta tortura y solo me mataría cuando se lo estuviera suplicando.

Massimo sacó el arma que llevaba en la cadera y le apuntó.

-No – grité para dejarlos a todos sorprendidos pero no es lo que ellos pensaban, no quería defenderlo..

Quité el arma de las manos de Massimo y yo le apunté.

-Recuerdas cada golpe? Recuerdas cada paliza que me diste? – ahora el desgraciado estaba asustado – recuerdas el día que perdí a mi bebé por tu maldita culpa? – se rió – eres un hijo de la grandísima puta.

Disparé. Su risa dejó de escucharse pero mantenía los ojos abiertos. Le volví a disparar, pero no los cerraba. Después de agujerearle el cuerpo Massimo me abrazó, quitándome así el arma de las manos.

-Sin una huella, sin una maldita huella – dijo.

-Deshaceros del cuerpo – hablé yo dejando a todos sorprendidos otra vez más – Meted su cuerpo en ácido y dentro de una semana lo enterráis en el cementerio, ahí nadie buscará.

Agarrada a la cintura de Massimo subi al bentley. Apoye mi cabeza en el respaldo y cerré los ojos. Los abrí cuando entramos en casa y sin decir nada bajé del coche y fui derecha a la habitación.

-Por que lo has hecho ¿ - Massimo estaba en la puerta del vestidor mirándome – no debias haberte manchado las manos de sangre, yo lo hubiera hecho por ti. –me quedé quieta un rato antes de contestar.

-Nadie va a llamar a mi hijo bastardo y se va a ir de rositas – dije con la voz tan fría que hasta a mi misma me sorprendí.

-Lo sé, yo me ocuparé de eso igual que me quería ocupar de el.

-Pero tu no debes librar mis batallas, era mi venganza, es a mi a quien aquel hijo de la gran puta le hizo daño, quitarle la vida me pertenecía a mi – me estaba sorprendiendo hasta yo misma por la frialdad con la que hablaba.

-Yo estoy aquí para protegerte Ada.

-No – tiré la camisa que me acababa de quitar y me relajé un poco – el único hombre que me ha mimado ha sido mi padre, pero desde que vine a Roma tuve que cuidarme sola, ocuparme de mi misma y si, te deje a ti por un tiempo tomar las riendas de mi vida, protegerme, cuidarme y todo lo que tu quieras, pero esto se ha acabado.

-Que quieres decir con eso? Explícate

-Veo como tus hombres me miraban al principio por que sabían que no tendría ningún problema en decirles cuatro cosas y veo como me miran ahora, tienen miedo de que en cualquier momento me rompa y con eso sus cabezas queden separadas de sus cuerpos. No soy frágil joder.

-Mis hombres te miran como deben mirarte, como a mi mujer.

-No, no me miran como si fuera tu mujer por que se supone que tu mujer debería ser tu igual y yo hasta hoy no lo he sido. Soy la mujer del mayor narco de Italia cojones, no me voy a romper en pedazos.

Eres mía y de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora