Prólogo

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Harry Styles había respondido una llamada urgente a las dos de la mañana y no había podido dormir desde entonces. Llevaba siete horas encerrado en un avión privado y calculaba que habían pasado más de veinticuatro horas desde la última vez que comió algo decente.

Y para terminar de agotarle mentalmente su mejor amigo decidía hablarle de la última persona de la que querría saber algo.

—¿Has visto esto?

Mitch Rowland tenía la mala costumbre de enseñarle todo lo que no quería saber, y en esta ocasión se trataba de Zayn Malik y su respuesta en Twitter a una chica que le preguntaba acerca de la posibilidad de una futura colaboración entre ambos.

"En cuanto se disculpe conmigo, claro que podremos colaborar juntos".

Harry leyó la respuesta que brillaba en la pantalla del teléfono de Mitch, y su cabeza negó instintivamente.

No iba a pasar.

Y no porque no le echara de menos, no porque no se arrepintiera de todo el daño que le había causado.

No pensaba disculparse porque no pensaba retractarse, porque sabía que su carrera se acabaría en el momento en el que lo hiciera.

Lo único que intentaba era salvar su propio pellejo, desde muy joven le habían obligado a aprender que para sobrevivir en un mundo como aquel, ser egoísta era casi tan necesario como respirar.

Y se había condenado a sí mismo a llevar durante toda su vida el peso del silencio sobre sus hombros desde el maldito momento en el que eligió su propio beneficio por encima de quien había sido su mejor amigo durante incontables años.

Su mirada se estancó en el cristal de su ventana, había decidido que prefería observar las nubes a cien mil metros de altura antes que cualquier conversación que pudieran entablar en aquel momento.

—Está bien —las palabras de Mitch se mezclaron con un suspiro mientras se levantaba del asiento de cuero frente a él —, no te veo muy entusiasmado por hablar ahora así que voy a dormir.

—No, espera.

La soledad le producía una angustia brutal, casi mortal, y últimamente era el sentimiento que más experimentaba en su día a día.

Le aterraba la simple idea de llegar a una de sus lujosas habitaciones de hotel y tener que lidiar con la creciente presión que se instalaba en su pecho al verse en compañía de sus pensamientos cada vez más autodestructivos.

Irónicamente, la presencia de su mejor amigo y guitarrista le irritaba en aquellos momentos, pero no había dudado en pedirle que subiera con el al avión. Necesitaba la compañía de alguien para no volverse loco.

Mitch volvió a suspirar, pasando una mano por su melena y tomando asiento frente a Harry de nuevo.

—Deberías intentar dormir un poco, tienes unas ojeras horribles —le dijo.

Harry ya había pensado en ello, por eso se había encargado de incluir en su equipaje de mano un par de gafas de su colección favorita, para ponérselas en el momento en el que tuviera que exponerse al público y le ayudaran a resguardar su evidente mal estado frente a las cámaras que seguramente ya estaban esperando por él.

—No puedo dormir.

—Ni siquiera lo has intentado.

—Tengo demasiadas cosas en la cabeza últimamente como para intentarlo.

Mitch dejó caer el peso de su cuerpo contra el respaldar del asiento, mirando a su compañero con preocupación.

—Llevamos aquí dentro más de siete horas y apenas has hablado —le dijo —. ¿Estás seguro de que no necesitas desahogarte?

Fly me to the moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora