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5 de noviembre, Estocolmo.

Química.

Lo que existía entre ellos era una química tan obvia que Harry no culpaba al mundo por especular.

Al principio dudaba que fuera recíproca; por su parte siempre había existido esa química que inexplicablemente le atraía hacia Louis como si fuera el único en el mundo que pudiera hacerle sentir un poco mejor, pero nunca había notado que Louis sintiera lo mismo.

Nunca, hasta ese día.

Ni siquiera tenía pensado ir a buscarle, su primera opción cuando notó que Louis estaba evitándole había sido encerrarse a solas, lamentarse por su vida y rezar por no haberse equivocado al confiar demasiado en alguien a quien conocía tan poco. Después se dio cuenta de que no podía ignorarlo de vuelta, su cuerpo estaba al borde de un ataque de nervios cuando intentó retenerse de ir a pedirle una explicación.

Durante mucho tiempo se había resignado a no hacer nada más con su vida aparte de dejar que las cosas fluyesen a su alrededor sin intervenir en ellas y acatar las órdenes que le daban, se había resignado a pensar que no merecía la pena esforzarse por cambiar su presente porque usualmente se preocupaba más por su pasado.

Pero Louis no era parte del pasado. Él estaba en su presente y no iba a dejar que pasase por él y le desequilibrase la poca cordura que le quedaba evitándole sin explicarle el motivo.

Pensó que le había permitido verle tan roto que finalmente decidió que no le apetecía tener a alguien así a su alrededor, pensó incluso que aprovecharía esa información para utilizarla en su contra y estaba evadiéndole para traicionarle por la espalda.

Pero nunca había pensado en la posibilidad de que el problema no fuera él, y sinceramente sintió un gran alivio cuando Louis le dijo que no iba a mirarle con otros ojos por haber descubierto su pasado.

Y había estado evitando durante los últimos meses que la evidente sensación de necesidad que sentía por Louis sobrepasara su autocontrol, pero después de dos días siendo ignorado por él, le hizo darse cuenta de que ni siquiera quería controlarse. Le gustaba la sensación de necesidad cuando le tenía cerca.

Luego descubrió que no era solo necesidad. Que no solo le gustaba tenerle cerca porque su compañía le hacía sentir bien. En algún punto de la conversación descubrió que lo que ahí había era una enorme atracción hacia Louis. Tanto física, como mental. Una atracción que le hizo dar un paso hacia él en un impulso, y después un paso hacia atrás en arrepentimiento.

Si hubiera sido por él, se habría acercado mucho más. Quizás lo suficiente como para llegar a sentir la respiración de Louis sobre la suya y ver qué reacción recibía en respuesta, pero sus nervios le traicionaron en el último momento cuando sintió por primera vez como Louis se tensaba bajo su mirada.

Él también había sentido la química, pero eso no significaba que Louis realmente quisiera lo mismo que él.

Así que solo concluyó la conversación manteniéndose en la línea amistosa que siempre habían tenido y se despidió para presentarse ante el público esa noche. Sobrio.

Desde entonces su actitud solo cambió en público; evitaban salir y entrar de cualquier lugar al mismo tiempo, que les vieran juntos y que les relacionaran de alguna forma, pero al final del día Louis seguía viajando junto a Harry y eso era más que suficiente para que la esperanza del mundo siguiera viva.

En privado, sin embargo, las cosas seguían igual. Se deseaban suerte antes de cada presentación. A veces Louis le invitaba a comer con sus amigos en los hoteles y otras era Harry quien le hacía un gesto con la cabeza en el cátering, antes de los conciertos, para que se sentara en su mesa. No hacía falta destacar el hecho de que Louis había encandilado a Mitch, Adam y Sarah desde el minuto cero que compartió tiempo con ellos, con su risa escandalosa, su sentido del humor y su manera de hablar.

Fly me to the moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora