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29 de septiembre, Boston.


Tres minutos y medio de trabajo bien hecho se desvanecieron en el aire cuando la séptima pista de su álbum terminó de sonar. Su habitación de hotel se había quedado en completo silencio tras la última nota de la canción que llevaba detrás más de dos semanas de grabación, sudor y esfuerzo.

Nathan, técnico y co-productor de su música, estaba sentado a su lado en la cama, con un portátil sobre sus piernas y la mirada sobre él, esperando una respuesta.

—¿Y bien? —apretó sus labios en una media sonrisa, porque sabía la respuesta que vendría.

—Es una locura. Una locura. Me encanta —admitió con infinito orgullo y una sonrisa de satisfacción —. Eres increíble, en serio.

—No te quites mérito, Louis —respondió Nathan—. Solo me encargo de la parte técnica, tú pones el talento.

Louis sonrió de nuevo, no supo que responder a aquel cumplido y bajó su vista al suelo.

—¿Deon la ha escuchado terminada? —inquirió entonces.

La mención de su productor siempre le infundía un gran nerviosismo. Solía quejarse y a menudo desbarataba sus trabajos terminados con insistentes cambios o propuestas en las que Louis no estaba de acuerdo.

—Le mandé la pista anoche —le dijo —. No ha puesto pegas, y la discográfica está bastante contenta con los avances que estamos haciendo.

Louis suspiró hondo, su sonrisa se mantenía en su cara pero sus manos habían acabado en su frente, como si no creyera que por fin, después de meses de trabajo, estuviera siendo capaz de visualizar el final de aquel proyecto.

—La grabación de este álbum se me está haciendo eterna —admitió, la sonrisa en su cara no hacía juego con las ojeras bajo sus ojos. Estaba feliz, pero muy, muy cansado —. He llegado al punto de pensar que iba a terminar volviéndome loco antes de verlo acabado.

—No queda nada, Louis —le alentó Nath, apretando su hombro amistosamente —. Solo siete canciones más. Y en dos meses, este álbum estará consiguiendo el doble platino.

Louis le regaló una sonrisa, negando con su cabeza.

—No tengo las expectativas tan altas, para ser honestos.

—Hablas como si nunca hubieras conseguido un doble platino antes —rió Nath, cerrando la tapa del portátil y levantándose de la cama con él entre sus brazos —. Eres técnicamente nuevo en esto y aun así has sido capaz de superar expectativas más altas que esa en solo dos años.

—Me lo creeré cuando lo vea —fue todo lo que dijo —. No te adelantes a los hechos, queda mucho trabajo por hacer antes de ver los resultados.

—Deja de pensar en lo que queda por hacer y piensa en todo lo que hemos avanzado —le aconsejó Nathan —. Hoy tienes el día libre, ¿verdad?

—Sí —asintió Louis —. La fecha del concierto en Boston es mañana.

—Entonces aprovecha para desconectar tu cerebro por un rato, esforzarse tanto nunca es sano.

—Lo tendré en cuenta —esbozó una sonrisa, levantándose de la cama al comprender que la visita de su co-productor no duraría mucho más —. ¿Eso era todo, Nath?

—Sí, solo he venido a enseñarte esto. Podría habértelo enviado, pero quería ver tu reacción —ambos rieron, y Nathan tomó la palabra de nuevo —. Mañana por la mañana trasladaré parte del equipo de audio a tu habitación para comenzar a grabar aquí la siguiente canción, no hemos podido reservar un estudio en Boston con tan poca antelación.

Fly me to the moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora