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28 de septiembre, Nueva York.


Podrían haber tenido en cuenta cualquier cosa. Desde el atuendo extravagante de Harry, hasta el desastroso pelo de Louis. Incluso podrían haber discutido sobre cuál de los dos era mejor que el otro, a Louis realmente no le habría importado en absoluto que lo hicieran.

Pero la foto ya llevaba tres días en la primera plana de su perfil, y la única cosa relevante que el mundo había encontrado en ella, era la altura.

La maldita altura de Harry.

Louis no era adorable por ser diez centímetros más pequeño y definitivamente no cabría jamás en el puto bolsillo de las jodidas camisas de Harry, por Dios.

Y la situación había llevado a Niall a sonreír frente a la pantalla como si acabaran de declararse a él mediante un largo texto lleno de corazones, cuando en realidad estaba investigando a fondo entre los comentarios de la foto que Louis había tratado de ignorar cada día, y había encontrado más de un dibujo en el que hacían especial incapié en la maldita diferencia de altura.

—Francamente, esto es lo mejor que he visto en tus dos años de carrera, mira.

El rubio alzó su teléfono frente a la cara de Louis para tratar de enseñarle un estúpido dibujo más en el que problablemente le habían representado como un pequeño grano de arroz sobre el hombro de Harry, pero este le ignoró eficazmente, encestando en una papelera a la esquina del camerino el tercer botellín de cerveza vacío que se había bebido esa tarde.

—No entiendo por qué no quieres verlo —se quejó Niall, volviendo a posar su vista en la pantalla con diversión —. La gente solo está haciendo dibujos adorables y comentando al respecto, no es como si estuvieran hablando mierdas sobre ti o algo así.

—Yo tampoco entiendo por qué solo tienen en cuenta que él me saca diez centímetros —dijo Louis con molestia —. Vamos, Niall. Yo tengo una altura promedio, es él quien tiene un problema. ¿Has visto sus manos? Son como las de un gigante.

Niall apretó sus labios en un intento de contener una risa incrédula.

—¿Qué?

—¿Qué? —masculló Louis, alzando sus cejas.

Una carcajada salió de la boca de Niall, pero negó con la cabeza, quitándole importancia.

—Nada, nada —simplificó —. Me parece curioso que te fijes en ese tipo de cosas, solo eso.

Louis tenía pensado replicar algo cargado de ironía, pero alguien llamó a su puerta antes de poder hacerlo. Abandonó su lugar junto a Niall en aquel sofá y se acercó para atender la llamada.

—Louis —una chica equipada con un auricular en el oído y un portapapeles en la mano estaba frente a su puerta —. ¿Has visto a Horan?

—Está aquí —dijo, señalando con el pulgar al interior de la habitación.

—El resto de la banda está esperándole tras el escenario —explicó la chica —. Y usted tiene veinte minutos hasta que empiece el concierto.

—Estaremos allí en cinco, no se preocupe —simplificó Louis con una cálida sonrisa, consiguiendo que la mujer abandonara su puerta satisfecha.

—¿Ya es la hora? —inquirió Niall, aún desde el sofá, levantando su vista de la pantalla para mirarle.

—Quedan veinte minutos —explicó Louis con simpleza, acercándose discretamente hacia la encimera en la esquina de la habitación, donde un par de botellas de alcohol sin estrenar parecían estar llamándole —. Y tú deberías intentar de pasar más tiempo con el resto de los chicos de la banda —le dijo a Niall, abriendo una de las botellas —. Van a terminar acusándome de favoritismo.

Fly me to the moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora