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30 de septiembre, Boston.

—¿Cómo acabó la noche?

Estaban en mitad de la prueba de sonido cuando Niall le hizo aquella pregunta.

El micrófono dio un par de vueltas en la mano de Louis antes de dejarlo a su lado en el borde del escenario. Estaba sentado, y su mejor amigo le miraba desde abajo, con su espalda apoyada contra las vallas de seguridad que separaban el escenario de la pista central.

—Estuvo bien —fue todo lo que dijo, encogiéndose de hombros. Sus piernas colgaban desde el borde del escenario y se balanceaban ligeramente al compás de la batería que David tocaba al fondo.

—¿A qué hora volviste a tu habitación? —Louis frunció el ceño, sintiéndose como un adolescente de quince años al que le estaban sermoneando por llegar tarde a casa —. Es que tienes unas ojeras horribles.

—Ya, ya lo sé —resopló, pasando una mano por su cara al recordar su cara de mierda en el reflejo del espejo aquella misma mañana —. No lo sé, estuve charlando un rato con Harry en el restaurante y no me fijé demasiado en la hora. Creo que era la una de la mañana cuando le dije que tenía que irme, y a las siete Nathan ya estaba tocando la puerta de mi habitación esta mañana para empezar a grabar.

—¿Y qué más? ¿Harry te ha contado sobre los demonios que le atormentan? —utilizó un tono que oscilaba entre la seriedad y la burla, apoyando su codo sobre el borde del escenario y la barbilla sobre su mano.

Louis no pudo evitar rodar sus ojos, negando con la cabeza.

—Claro que no —respondió con obviedad —. No le invité con nosotros para cotillear sobre sus problemas, Niall. Le invité porque oí que sus compañeros se habían ido a cenar fuera, y pensé que quizás él no querría cenar solo.

—Ya has hecho tu obra de caridad en este tour, entonces. ¿Te sientes mejor contigo mismo?

—Eres imbécil —le respondió, balanceando una de sus piernas para llegar a darle una suave patada a su amigo en el costado —. ¿Por qué te lo tomas todo a broma?

—No me lo tomo a broma —Niall chasqueó su lengua —. Pero quiero saber hasta qué punto tú te lo estás tomando en serio.

—Ya hemos hablado sobre esto antes y no voy a volver a tener esta conversación contigo —replicó Louis, agarrando su micrófono y levantándose del borde para volver con el resto de su banda y continuar con la prueba de sonido.

Niall Horan era un amor, pero dejaba de serlo cuando sentía que alguien estaba amenazando la integridad física o mental de las personas a las que quería. Nadie podía tocar a los suyos sin pasar por encima de Niall primero.

Louis, sin embargo, protegía a cualquiera con quien lograse empatizar, sin importar que fuera un amigo o un simple conocido.

Y Louis había empatizado con Harry. Mucho. Porque vivían en el mismo mundo y porque habían logrado entenderse demasiado bien entre ellos.

A pesar de que dejaron muchas palabras en el aire aquella noche, se habían permitido leerse el uno al otro como un libro abierto, y Louis supo entonces que su primera impresión sobre él estuvo muy equivocada.

Harry Styles era más agradable de lo que había imaginado, malditamente respetuoso y con una tendencia a disculparse y agradecer por cada mínimo detalle que tuvieran con él. Brutalmente honesto sin llegar a ofender jamás, y un poco torpe cuando intentaba bromear.

Pero seguía perturbándole el hecho de que sus ojos permanecían tristes sin importar que estuviera riendo.

—Louis, disculpa.

Fly me to the moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora