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28 de marzo, Barcelona

Louis vivía con el corazón en una mano y el teléfono en la otra. Le daba miedo recibir una llamada importante y no tenerlo cerca, subía al escenario con él en el bolsillo y lo dejaba bajo la almohada cuando iba a dormir.

La preocupación estaba prácticamente apoderándose de su vida y Harry no le estaba haciendo las cosas más fáciles.

Cuando despertó en Oslo la mañana siguiente a su regreso, descubrió restos de cocaína sobre la mesa. Probablemente Harry olvidó limpiarlo, pero lo que estaba claro es que aquella noche él se había drogado mientras Louis dormía.

Le molestó. Le molestó mucho. Pero no le dijo nada, porque Harry realmente estaba poniendo mucho esfuerzo en cuidarle y hacerle sentir lo mejor que podía, así que simplemente lo dejó pasar.

Dos días mas tarde, Harry se presentó drogado al concierto en Oberhausen, pero Louis ya le había encontrado también drogado unas tres horas antes de que comenzase, cuando se cruzó con él y con sus pupilas dilatadas en el backstage. Unir las piezas era fácil; Harry había esnifado dos rayas en un lapso de tres horas.

Y no supo si hubo una tercera después del concierto, pero tampoco quiso saberlo, por eso aquella noche decidió viajar en su propio autobús y alejarse de Harry. Sinceramente, no estaba de humor ni tenía las fuerzas necesarias para preocuparse por él en aquellos momentos.

Le dijo que necesitaba estar solo; Harry aparentemente lo comprendió, porque aceptó que cada uno pasase la noche en su bus sin molestarse en lo absoluto. O puede que no le molestase porque vio en ello la oportunidad perfecta para drogarse a solas mientras estaban en carretera.

Louis le había visto drogado, pero nunca le había visto drogándose. Él siempre encontraba el tiempo a solas para hacerlo sin que nadie le viera. Louis tampoco quería verle esnifando nada de todas formas.

Mientras tanto, él llamaba a su familia todos los días. Supo que a su madre no le dieron el alta, pasaría el tratamiento en el hospital y, si tenía suerte, la recuperación la pasaría en casa. De todas maneras, Lottie había dejado temporalmente la casa que compartía con su novio para quedarse con el resto de sus hermanos durante aquellas semanas, mientras que Fizzy había dejado sus clases de baile para pasar las tardes en el hospital.

Le dolía ser el único que no estaba allí, y cuando quiso desahogarse con Harry, él estaba drogado de nuevo.

La paciencia de Louis se agotó en ese preciso instante, pero tenía tan pocas fuerzas para discutirle nada, que lo único que hizo cuando llegaron a Barcelona, fue instalarse en su propia habitación sin darle ninguna explicación a Harry.

Y cuando Harry notó que las maletas de Louis no estaban en la suya, llamó a su puerta para preguntarle el motivo.

—Prefiero dormir solo —le dijo, agarrando el picaporte de la puerta con más fuerza de la normal.

Harry estaba sobrio, pero Louis seguía enfadado de todas maneras, y en aquellos momentos, verle con esas ojeras de mierda y el sudor pegándole el flequillo a la frente le estaba poniendo de muy mal humor.

—¿Por qué? —cuestionó Harry, mirándole con cierta preocupación.

—Porque quiero estar solo —simplificó Louis.

—¿Estás bien? —volvió a preguntarle Harry, preocupándose más.

—Sí, estoy bien —masculló —, no tengo ganas de hablar, Harry.

Él soltó un suspiro pesado. Harry estaba tan susceptible por culpa del bajón, que Louis juró ver como las lágrimas se agolpaban en sus ojos con facilidad. Pero creía que en ese momento no era él quien más razones tenía para llorar, así que los sentimientos de Louis no se removieron demasiado.

Fly me to the moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora