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21 de noviembre, Londres.

Harry no solía ver mucho a su familia.

Más de una vez su madre le había insinuado que quería estar con él durante su tour, aunque tan solo pudiera quedarse un par de semanas, pero Harry siempre rechazaba sus peticiones con excusas baratas que a ninguna madre del mundo le haría feliz.

Pero aunque él había podido controlar su problema de adicción cada vez que volvía a la calma y tranquilidad de su hogar, no estaba muy seguro de que pudiera controlarlo con la misma facilidad bajo la presión del tour, y Harry no iba a arriesgarse a que su madre o su hermana estuvieran rondando a su alrededor y se dieran cuenta de sus sospechosos cambios de humor, su evidente falta de sueño y su estómago siempre cerrado.

Aun así, las echaba de menos a todas horas, y muchas veces se odiaba a sí mismo por dejar que una adicción controlase la decisión de ver a su propia familia.

Pero cuando volvía a casa las preocupaciones desaparecían con más facilidad. Le gustaba estar con su madre y trataba de compensar la decepción que le hacía sentir cuando insistía en alejarla de su vida en carretera pasando el mayor tiempo posible con ella en cada día libre.

Y si a la alegría que le daba volver a casa, se le sumaba el hecho de que hacía tan solo cinco días que abandonó Jamaica después de la mejor semana de todo su maldito año, el resultado había sido un Harry rebostante de alegría, como si fuera la primera vez que experimentaba ese sentimiento.

Pero ser feliz no es lo mismo que estarlo. Harry realmente no era feliz, pero en ese momento de su vida estaba feliz.

Aún existían preocupaciones en su cabeza, alguna que otra noche había sido incapaz de dormir porque la ansiedad aparecía sin motivo en su pecho y en ocasiones la necesidad de drogarse había conseguido superar sus fuerzas para moverse del sofá. Pero a pesar de todo ello, aquel punto de su vida era lo suficientemente bonito como para querer que durase siempre.

Una de las preocupaciones que tuvieron a Harry dándole vueltas a la cabeza durante el resto de su estancia en Londres, fue el hecho de que Louis y él no habían hablado de todo lo que a Harry le hubiera gustado hablar con él.

Había despertado cada mañana a su lado durante sus últimos días en Jamaica, y dudaba que existiera algo más bonito que descubrir que le había robado la sábana mientras dormían. Saber que estaba a su lado le había ayudado a dormir como hacía mucho tiempo no lo hacía, y la calma que Louis podía llegar a darle en cualquier aspecto de su día a día estaba a poco de convertirse en algo fundamental para él.

Pero ya no estaban en Jamaica.

Subió al avión de vuelta a casa y el golpe de realidad fue inminente. Como si solo ahora que había vuelto a la vida real, se hubiera dado cuenta de lo irreal que había sido aquella semana junto a Louis.

Lo que había pasado entre ellos no era solo sexo, por su parte había sido mucho más que eso y sabía que por parte de Louis también, pero no estaba seguro de qué iba a pasar entre ellos una vez el tour arrancase de nuevo.

En Jamaica no había nada, solo ellos y una casa; pero sus vidas reales no eran tan idílicas, en algún momento iban a verse irremediablemente expuestos a sus responsabilidades, a sus problemas y a los medios atosigándoles para descubrir secretos.

Y definitivamente ahora tenían un secreto.

Podrían guardar el recuerdo para ellos y conservar ese secreto pretendiendo que nunca había pasado, o podrían decidir continuar lo que habían empezado en Jamaica y atreverse a que se convirtiera en un secreto a voces en algún momento.

Fly me to the moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora