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24 de octubre, París.

La calma desaparece de la vida de Harry tan pronto como llega.

Sin aviso previo se encontraba de frente con un nuevo problema, con la prensa en sus espaldas y probablemente siendo el centro de atención durante los siguientes días.

Solía tener problemas muy a menudo, pero todavía no se había acostumbrado a encararlos. Dormía con un ojo abierto porque no sabía como ni cuando iba a llegar la siguiente bofetada que los medios le proporcionarían, pero estaba seguro de que ninguna sería la última.

Sin embargo, esta vez no era problema suyo. O podría no haberlo sido si su pasado no estuviera ahí, recordándole a cada segundo que cometió un error.

Se miró al espejo y vio la mismísima cara de la hipocresía frente a él, pero no hizo nada.

Nunca hacía nada. Porque no podía.

Así que salió del pequeño baño del jet privado en el que había estado encerrado casi media hora replanteándose su vida y lavando su cara en vano.

—Sabes que vas a tener que pronunciarte al respecto, ¿verdad? —las palabras de Mitch se dirigieron a él tan pronto como salió. Él estaba sentado en uno de los asientos de cuero con un portátil cerrado frente a la mesa y una lata de cerveza en la mano, jugueteando nervioso con la chapa hasta romperla.

Mitch le siguió con la mirada mientras Harry recorría todo el jet, de punta a punta. No respondió nada hasta llegar a su asiento, sentándose frente a su amigo.

—¿Qué pretenden que diga? No es asunto mío —lamió sus labios, su mirada clavándose instintivamente en el ala del avión que se veía tras la ventana.

—No me refiero a los medios —respondió con seriedad —. Me refiero a Clare. Ella va a querer tu respaldo para mantener su trabajo y sé que no vas a dárselo.

—No puedo hacerlo —negó con dureza —. Tampoco habría forma humana de convencer a Fowler de lo contrario, incluso si quisiera ayudarla.

No quería ayudarla. La noticia había salido hacía apenas dos días y a Harry le afectó profundamente cuando llegó a sus oídos que iba a ser despedida. Le dolía mucho, pero no iba a ayudarla.

No cuando sabía que no tenía justificación, cuando sabía que si se dejaba ablandar y pasaba por alto el error que su compañera había cometido, iba a condenarse a sí mismo a recibir insultos y amenazas cada maldito día de su existencia.

Ella había apoyado fielmente a uno de sus amigos, quien había sido acusado de violación. Después de lanzar un comunicado en Instagram defendiéndole incondicionalmente, ella había comenzado a mantener discusiones mediante Twitter que solo consiguieron que el asunto se agrandara más.

Y todo el mundo estaba esperando a Harry para pronunciarse al respecto, pero él no iba a hacerlo.

—Va a quedarse en el tour un par de semanas más. Hasta que consigan un sustituto para ella —explicó Mitch entonces —. Pero va a tratar de hablar contigo, y sabe más de lo que debería saber.

—No lo sabe con certeza —replicó rapidamente, clavando su mirada en Mitch.

—Aquí nadie es imbécil, Harry —le dijo, haciéndole sentir una presión en el pecho —. Que nunca lo hayas dicho en voz alta no quiere decir que la mayoría de los que trabajamos contigo no sepamos lo que realmente pasó.

Harry dejó caer su cabeza en el respaldar del sillón, quizás con más fuerza de la necesaria.

—¿Qué me estás queriendo decir con esto? —le preguntó, cerrando los ojos y concentrándose en controlar los latidos de su corazón.

Fly me to the moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora