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Después de un largo día en la oficina, aún tenía que reunirme con mi jefe. Había vuelto tarde de su viaje a Noruega, a eso de las ocho de la tarde y había aprovechado que mi turno acababa a las diez para citarme.

Moon Publishing House estaba últimamente hasta los topes de trabajo y, aunque era bueno para la empresa y su reputación, a los trabajadores nos agotaba.

Cuando entré por primera vez, como estudiante de traducción, no esperé acabar sentada en un despacho al lado de el del presidente de la compañía y que, además, era más grande que la cocina de mi apartamento.

-Señorita, el Sr. Moon la espera en su despacho- dijo uno de mis compañeros tras picar a mi puerta.

-Está bien, Lee. No tardo más de cinco minutos.

Escuché sus pisadas alejarse y me preparé mentalmente para la montaña de trabajo que se me venía encima. Probablemente estaría en su misma habitación diez minutos y saldría con tareas para un mes, aunque con fecha límite siete días más tarde.

Guardé todas mis cosas en el bolso dejando fuera sólo la agenda, post-its y un bolígrafo negro; y caminé decidida hacia su despacho.

Al ver las grandes puertas de madera negra y casi dos metros y medio de alto, la mayoría de las veces, mi cerebro me decía que me diera la vuelta y saliera corriendo.

Abrí sin pedir permiso y me senté en una de las sillas negras que había delante del escritorio, abrí la agenda y la dejé encima de la mesa. A continuación me eché para atrás en mi asiento y dejé entrever una sonrisa mientras cruzaba mis brazos y miraba el perfil de Taeil.

-No me mires así, preciosa, sabes que levantaríamos sospechas si te llevara conmigo a los viajes de negocios- no había quitado la mirada de la pantalla de su ordenador en ningún momento.

-Sr. Moon, ya es muy tarde. Yo quiero ir a casa y a usted le estará esperando su prometida en la suya, así que agradecería que me dijera lo que sea que me ha traído a su oficina.

Mientras esperaba por una respuesta del tipo: "No te enfades por cosas así, sabes que no tengo la culpa de esto", repasé la habitación con la mirada.

Las paredes blancas y el suelo de mármol negro daban la misma sensación de frialdad que mi jefe a simple vista. Había cambiado los muebles antes de irse, así que la disposición de todo el espacio era completamente diferente a la última vez que había estado allí sentada.

A la derecha, habían colocado un enorme cuadro que dejaba clara su supuesta afición por la abstracción geométrica; y sillones de cuero negros con cojines rojos y una mesa de café también de mármol, con las patas de color plata, justo al lado contrario.

-¿Te gusta? He puesto el cuadro para ti.

No contesté, él sabía perfectamente que adoraba ese tipo de pinturas.

-Sabes que Mimi no es mi prometida, lo sabes de sobra. ¿Por qué te empeñas en llamarla así?

-Cuando te canses de engañarte a ti mismo, no tendré que pensar que me dejas por una cualquiera, si no por la mujer que amas, Taeil- sus ojos hicieron contacto con los míos en un segundo y yo volví a apartar la mirada-. ¿Me vas a mandar trabajo o me voy ya? Estoy cansada.

-¿Cuántas veces te tengo que decir, Jung, que no la quiero y que fue mi padre el que consiguió meterla en mi casa?

-Hasta que tu también te lo creas- dije, y salí de allí con paso firme.

No estaba enfadada, de verdad que no. Sólo cansada de ser un juguete.

"Quiero llegar a casa ya, por favor". Los tacones me estaban matando y empezaba a hacer frío por la calle a estas horas. Me había retenido demasiado y ahora me congelaría antes de llegar a mi apartamento.

-Debería haber traído el coche, señorita Jung- su voz me hizo parar en medio de la calle, y maldecir sin darme la vuelta-. Sube, hace frío. Es una orden.

-Eres un grano en el culo, Moon. Tienes suerte de ser bueno en la cama o te mandaría a la mierda- le dije mientras me ponía el cinturón de seguridad.

Me miró antes de acelerar y sacó la mano derecha de la palanca de cambios para ponerla en mi muslo.

-Estás congelada, cariño. Coge mi chaqueta del asiento trasero. Es...

-Otra orden, vale. Lo he pillado- me estiré para coger la chaqueta de su traje-. Y quita esa mano de ahí.

-Eres bipolar, no te entiendo.

-Yo sí que no te entiendo. Te vas de viaje sin venir a cuento, me dices que no necesitas que vaya, pero cuando estás allí me llamas para decirme que me echas de menos. A las pocas horas, me entra una llamada de Minah preguntando dónde cojones estás y porqué llevas dos días sin aparecer por casa. Tu explícamelo, porque yo no entiendo nada.

-¿Te tengo que repetir que no tengo nada con ella? Vive en mi casa, ya está. No es mi mujer, ni mi prometida. ¡Ni si quiera es mi novia! ¿Vale?- suspiró y, con un tono de voz más calmado y distante, continuó tras volver a dejar caer su mano en mi muslo- A ver si te lo grabas de una vez.

El silencio por ambas partes invadió el coche el resto del camino. No era un silencio incómodo, era uno que dejó una sonrisa asomarse de mis labios.

La radio, de fondo, dejaba escuchar las voces de mis locutores favoritos diciendo las tonterías de siempre y la calefacción estaba puesta desde que él se dio cuenta de mi baja temperatura corporal.

Mis ojos vagaron por el perfil de mi apuesto jefe. Recorrieron su cuello y después la mandíbula. Su pelo, rojo, estaba más intenso que la última vez que le había visto y contrastaba mucho más con sus ojos negros y su piel clara.

Reí levemente por el parecido que había encontrado entre él y la zona izquierda de su gran despacho.

-¿Qué?- preguntó sin quitar la vista de la carretera.

-Nada. Sólo estaba pensando en lo atractivos que resultan los hombres con traje.

Miré sus labios mientras contestaba a su pregunta y recé para que dijera algo más. O para que se callara y condujera más rápido hasta casa. Incluso quizá para que detuviera el coche y me dejara callarle.

-Hemos llegado- dijo sacando la llave del contacto y saliendo del coche-. Vamos.

Cogió mi bolso y me esperó en el portal.

-Venga, date prisa, hace frío- me dijo, como si se tratara de un niño. Solté una risa mientras corría hacia la puerta.

-Eres un impaciente, Moon Taeil.

-Me gusta cuando sonríes- susurró acercándose a mi y colocando mi pelo detrás de mi oreja-. Me hace querer besarte.


NCT One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora