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Love Actually estaba siendo repetida por décima vez y no había manera de poder evitarla de nuevo.

Suspiré, sabiendo que todos los años acababa haciendo lo mismo. Cada 25 de Diciembre me sentaba en el sofá de mi viejo apartamento después de trabajar y bebía una copa de vino mientras veía esa ñoñada de película con mi gato al lado.

Podía escuchar vagamente a mis vecinos y sus familiares cenando en familia. No podía evitar extrañar a mis padres. Aunque hablara con ellos a menudo, ya no era lo mismo. No podía ser lo mismo cuando había un océano por medio.

Hugh Grant decía algo cuando llamaron al timbre.

— Vaya, Minnie. Esta parte es nueva— le dije al gato acariciando su pequeña cabecita.

Caminé lentamente hasta la puerta tras darle el último trago a la copa de vino y dejarla sobre la mesa de café.

— ¡Buenas noches!

Saludé a aquel hombre, realmente confusa.

— Por lo que dijiste en comisaría me imaginé que estarías sola y he pensado en pasarme a hacerte algo de compañía— sonrió al gestualizar hacia la botella de vino tinto que traía en la mano.

— Claro— le dije haciéndome a un lado, aún tratando de procesar la situación—. Pasa, siéntete como en casa.

Había picado a mi puerta. En Navidad. Para hacerme compañía. ¡Con una botella de vino en la mano! John Seo había picado a mi puerta.

Sonreí para mí misma cuando lo vi parado en medio de la sala sin saber qué hacer, recordando todas aquellas veces que me había imaginado lo mismo. Era tal y como había ocurrido en mi mente.

— ¿La abrimos?

— Para eso la he comprado. ¿Qué estabas viendo?

Me giré mientras descorchaba la botella sólo para ver a aquel gran hombre acariciar a mi gatito con delicadeza.

Minnie se había subido al respaldo del sofá y maullado cuando dejó de sentir las caricias de su nuevo amigo.

— Sólo Love Actually. Me he quedado algo anticuada, creo. Parece que le gustas.

— ¿Me vas a decir que normalmente no es demasiado sociable? Por favor, dime que no es sociable y me adora.

Me reí, dándole una copa llena y sentándome de nuevo en el sofá.

— Minnie siempre ha sido muy curioso. Pero sí que es la primera vez que llama la atención de alguien de esa manera, si te sirve de consuelo.

Nos quedamos en silencio una vez se sentó a mi lado. Había visto aquella película docenas de veces, y ni aunque fuera la primera habría podido centrarme en lo que pasaba en la pantalla.

Era la primera Navidad que pasaba acompañada en cinco años. ¡Y era él quien estaba sentado a mi lado con mi gato en su regazo!

Nunca me lo hubiera imagindo. Se podía decir que era mi amor platónico, y estaba allí sentado. En mi casa.

Sólo entonces me di cuenta: mi pelo era un desastre, llevaba un pijama viejo y unos calcetines eromes que me había tejido mi abuela hacía años. Y encima iba por la quinta copa de vino.

— Ah, Seo... Siento haberte recibido así— le dije señalando el pijama—. No sabía que vendrías.

Negó, restándole importancia.

— Llámame Johnny, por favor. No estamos en el trabajo. Además yo siempre te llamo Natie... ¿Quieres más vino? 

NCT One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora