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– Muchísimas gracias, de verdad.

– Ya me las has dado al menos quince veces– me contestó riendo–. Ya no hace falta que me des las gracias de nuevo.

– Tienes una sonrisa preciosa.

Allí en la orilla del mar, con la luz de la luna resaltando sus facciones, él era muchísimo más guapo. 

En unos segundos me había convencido de que lo único que escondían sus ojos era una sonrisa verdadera y hermosa, llena de inocencia. 

Se formó un silencio relativamente cómodo cuando él bajó su mirada al suelo, avergonzado. 

Aún esperaba el mensaje de mi primo en contestación al que yo le había mandado diciendo que estaba en la orilla de la playa. 

– En cuanto reciba el mensaje, me voy a tener que ir a mi hotel.

Hizo una "O" con a boca, asintiendo a su vez. 

– Bueno... – Dijo metiéndose las manos en el bolsillo.– En ese caso ¿crees que nos podíamos ver mañana? 

Por mucho que me habría gustado decir que si, no podía.

– Hoy era mi último día aquí, mañana a las once tengo que irme. 

– Un amor imposible, entonces. 

– Siempre podemos intercambiar números– le dije con una sonrisa triste en la cara.

Eso hicimos. Grabó su teléfono en mi agenda y me acompañó hasta la pasarela. 

Mi primo estaba allí, con las manos en los bolsillos. Jeno se acercó a él y le dijo unas palabras que le hicieron sonreír.

– Voy a coger un taxi ya. Mándame un mensaje cuando llegues a tu hotel– me dijo acariciando mis mejillas.

Esperó a que yo asintiera lentamente y, una vez lo hice, besó mis labios tiernamente. Un simple roce tan inocente como su sonrisa que me hizo sentir mariposas en el estómago.

Sujeté sus muñecas cuando sentí que empezaba a retirarlas de mis mejillas y le besé de nuevo. 

Negó entre pequeñas risas, apartándose un poco para dar un beso en mi mejilla, darme la espalda y marcharse en busca de un taxi.

Ni cinco minutos más tarde, el DJ anunció que sólo faltaban quince minutos para tener que recoger sus cosas.

–Vamos ya, venga. Que mañana nos levantamos temprano.

Asentí y caminé detrás de él hacia el coche. 

Ni si quiera me puse los zapatos, los llevé en la mano incluso cuando entré en el hotel. 

Aunque la iluminación era tenue, pude ver a alguien apoyado contra la puerta que daba entrada al pasillo.

– ¿Jeno?

– Cuánto tiempo, ¿verdad? Estaba esperando por ti.

– ¿Qué haces aquí?

– Me hospedo aquí. 

"Vamos a aprovechar la noche, venga", había dicho antes de coger mi mano y tirar de mi hasta las puertas del ascensor. 

Subimos hasta el tercer piso entre risas y besos que iban subiendo de intensidad; y prácticamente corrimos hasta una de las pocas puertas que había en aquel pasillo.

La habitación era muy distinta a la mía. Grande, espaciosa. Con una cama gigantesca en el medio y un enorme ventanal con vistas al mar.

Caminé hasta el ventanal y lo abrí, saliendo a la terraza justo a continuación.

NCT One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora