—Desmond, ¿me estás prestando atención? —la voz quebradiza de Denisse me saca de mis pensamientos.—¿Disculpa? —vuelvo la vista a ella, apartando los dedos de mi boca. Me mordía las uñas.
—Vine aquí, para que me escucharas, y no haces más que ignorarme... —se echa a llorar.
—¡No, no, linda, no llores! ¡Lo siento! Me distraje. Fue mi error. Pometo escucharte esta vez —intento calmarla, pero es inútil.
Denisse Hoffman da clases de química aquí. Viene con frecuencia a mi despacho, para hablar sobre sus desamores.
He estado distraído todo el día, pensando en lo de anoche y esta mañana. Aún me siento terrible, y comienza a carcomerme la culpa. Robin me pidió quedarme en casa a descansar. Debí hacerle caso.
—Todos los hombres son iguales, Desmond... —solloza.
—¿Eso crees? —desvío la mirada.
—¡Sí! ¡Son unos cerdos todos! —se limpia las lágrimas con un pañuelo.
Abandona el despacho, hecha una fiera, cuando tocan la campana. Suspiro con tristeza, y hago lo propio, antes colgando el letrero que avisa mi salida a almorzar.
Como siempre, espero a Robin afuera de su aula. Escucho cómo me saludan algunos chicos, pero no les presto atención. Una vez a solas, permanezco recargado en silencio en el marco de la puerta, mientras veo a mi esposo guardar sus cosas. Al finalizar, voltea a verme. Le dedico una pequeña sonrisa.
—No te escuché —dice.
—No dije nada —repongo—. ¿Nos vamos? —indico con la cabeza.
—Sí, vamos.
Como todos los días, Robin va a firmar a dirección, mientras lo espero. Veo al director salir y saludarlo, como de costumbre; al pasar a mi lado, ni me molesto en verlo. No estoy de humor para nada.
A continuación, salimos, tomados de la mano, a almorzar en un nuevo restaurante del centro. Rara vez es quien sostiene la conversación en momentos así, como ahora. Siempre ha sido extraño verlo tan platicador, cuando no digo nada. Quizá por ello lo noto ansioso la mayoría del tiempo; porque no cierro la boca.
—... Y las evaluaciones están próximas, y eso me tiene tan estresado... Pensé en recorrerles la calificación a los chicos, pero muchos están reprobados —dice Robin, apoyando la cabeza sobre su mano, y procede a beber su malteada. Me limito a asentir—. ¿Por qué estás tan callado? —cambia su expresión a una de preocupación.
—Sólo no tengo nada que decir.
—Pero siempre tienes qué decir... ¿Cómo está tu azúcar?
—Bien... Amm... Denisse fue a mi despacho hace rato —menciono—. El tipo con el que salía resultó ser casado...
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La desdichada vida de Desmond Grimm
RomanceADVERTENCIA: este novela te hará pasar muchos corajes. SINOPSIS: Desmond es el cliché de hombre perfecto: sonrisa perfecta, buenos modales, inteligente, porte de caballero, amable, sano, pacifista, felizmente casado con un hombre que lo ama, con un...