Capítulo 15

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Y llegó el día en el que me mudaría de mi propia casa.

No dormí anoche por el estrés y la preocupación. Robin y yo nos separamos. Eso me tiene devastado. Dijo que no será por mucho; espero que tenga razón. Desearía poder volver en el tiempo, y evitar todo esto.

Miro la hora en mi reloj. Son las cinco. Será mejor irme antes de que Robin o Rex despierten. No quiero tener que despedirme.

Subo hasta mi alcoba, encontrándome con Robin durmiendo pacíficamente en la cama. Entro, sigilosamente, y tomo una maleta del armario. Seguido, abro el clóset, y echo toda mi ropa en ella, seguido de mis zapatos. La cierro, y me la cuelgo en el hombro. Después me acerco a Robin, y le doy un corto beso en los labios.

—Dulces sueños, cariño... —murmuro. Después, salgo de la habitación, y me asomo a la de Rex. Él duerme igual de pacíficamente que su padre. Lo miro con tristeza, y cierro la puerta. Bajo hasta la sala, y tomo la jaulita de mi mascota—. Tú vienes conmigo, pequeñita. Si te dejo aquí, quizá papá te dé veneno, te libere o te deje morir de hambre; lo que venga primero. Ahora iremos a pedirle asilo a tu tío Steven, en lo que se arreglan las cosas... —suspiro con tristeza.

Salgo de casa, y conduzco hasta la de Steven. Llego en pocos minutos. Me siento tan desanimado. Aparco mi auto en frente, y bajo de éste, cargando mis cosas, incluyendo la jaula Thomas. Toco el timbre, pero no me abre. Debe estar dormido. Toco un par de veces más, hasta que las luces de su hogar se encienden. Steve me abre, despeinado, en pijama, bostezando y tallándose un ojo.

—¿Sí...? —dice, adormilado y con los ojos cerrados.

—Steve...

—¿Desmond? —abre los ojos con dificultad, y, al ver mi maleta, los abre de par en par, y me ve, horrizado. Después se lleva una mano al rostro—. No me digas...

—Vengo a pedirte asilo... —le digo, avergonzado.

—¡¿Robin te echó de casa?!

—¡No! —me apresuro a aclarar—. Yo... decidí irme. Es que... nos dimos un respiro...

—¿Qué? ¿Por qué?

—En lo que asimila bien todo esto, Steve... O sea, su esposo le fue infiel con un menor de edad. No lo culpo...

—¡No le fuiste infiel, idiota! ¡Te drogaron! Además, ¿por qué tuviste que irte tú y no él? ¡Es tu casa! ¡Y ahora tengo que ser arrastrado a esto! —bufa.

—Lo siento... No tengo adónde más ir. No puedo ir a causarle molestias a mamá. Sabes que está enferma... Además, fui quien provocó esto en cierto modo; lo más sensato era que yo me fuera —bajo la mirada.

Steven suspira.

—Nunca me cansaré de repetirte lo idiota que eres.

—¿Puedo pasar?

—Adelante —rueda los ojos, cediéndome el paso. Después cierra la puerta. Ambos nos quedamos parados en la sala. Dejo a Thomas sobre la mesa de centro de Steven, y mi maleta sobre el sofá—. Trajiste... «eso» —dice, con los dientes cerrados, refiriéndose a Thomas.

—«Eso» tiene nombre. Además, no sé por qué te molestas; no causa molestia alguna y soy quien lo alimentará y le cambiará su periódico. Y es bonita —sonrío.

—«Eso» me molesta, ya que Bills quizá se la coma sin darnos cuenta.

—¿Qué? ¿Quién es Bills? —tomo la jaula de Thomas rápidamente, y la abrazo, mirando a todos lados.

—Mi gato —responde Steve con naturalidad.

—¡¿Qué?! ¡¿Tienes un gato?!

—¡Sí, tengo un gato! ¿No lo sabías? Lleva conmigo más de un año.

La desdichada vida de Desmond GrimmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora