13

1.3K 161 25
                                    

Se lo he contado todo, de la manera más clara y detallada que pude, sin ser interrumpido

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Se lo he contado todo, de la manera más clara y detallada que pude, sin ser interrumpido. Siento alivio al descargar todo por, espero, última vez. Aun así, la incertidumbre reemplaza a la culpa.

Robin no dijo nada mientras hablaba. Ni siquiera abría la boca con intención de hacerlo. Traté de mantenerme firme todo el tiempo que duró el monólogo, pero hubo pequeños momentos en los que me quebraba, para después volver a recuperar la compostura. Él, pese a que sus ojos se volvieron cristalinos, no se inmutó. Logró mantener la calma lo mejor posible.

—Robin... di algo, por favor... —ruego, con voz trémula, jugando con mis dedos—. Prometiste que tendrías la mente abierta, y que me apoyarías... —menciono, nervioso.

Finalmente desvía la mirada, y suspira.

—Desmond... no sé qué decir... —admite, quitándose las gafas, para frotarse los ojos. Al colocárselas, me lanza una mirada severa—. Esto fue —un nudo se interpone, pero lo contiene—... demasiado para mí. Estoy en shock... N-Necesito digerirlo...

Ahora él juega con sus dedos, y su respiración se acelera. Está ansioso.

—Dime qué opinas. No sé... Quiero saber cómo te sientes al respecto. ¿Estás enojado conmigo? ¿T-Triste? —balbuceo—. ¿Esto va a afectar nuestro matrimonio? Robin...

—No sé... —da un paso atrás, sin mirarme. Está al borde del llanto. Parece que le dará un ataque—. N-Necesito digerirlo; ya te lo dije... Quiero... —me da la espalda.

—Robin... —me acerco a él, preocupado, pero antes de poder tocarlo, se desplaza al pie de la escalera.

—Iré a acostarme, para poder meditar sobre el asunto... —dice—. Creo... Creo que deberías dormir en el sofá hoy... —Agrando los ojos—. Puedes calentar la comida en el microondas, por si te da hambre...

Dicho eso, procede a subir hasta nuestra alcoba. Suspiro con tristeza, y tomo asiento, para ordenar mis ideas. Todo salió mal.

A la mañana siguiente, despierto con el cuello dolorido por haber dormido en el sofá. Me incorporo, soltando un bostezo. Echo un vistazo a mi reloj de muñeca. En menos de veinte minutos debo estar en la escuela.

—¿Papá? —volteo, al escuchar la voz de mi hijo. Baja las escaleras, en pijama.

—¿Rex? ¿No tuviste clases hoy? —pregunto.

—No. Junta sindical. Se los dije ayer —toma asiento a mi lado, y se estira para tomar el control remoto.

—Lo siento. Supongo que no estaba prestando atención —admito, apenado—. ¿Robin ya se fue?

—Sí. Me dijo que te pidiera que me dieras de desayunar.

Ni siquiera se despidió de mí... De seguro se siente incómodo por lo de anoche.

La desdichada vida de Desmond GrimmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora