Capítulo 27

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—... También llamado plano cartesiano en honor a René Descartes, quien es llamado «el padre de la geometría analítica», por ser quien inició el estudio de dicha disciplina cambiando la geometría plana y el álgebra. El plano catersiano... Rex, ¿estás prestando atención? —ignoro la voz de papá, y continúo dibujando en mi libreta sin cuidado—. ¡Reginald! —me habla con voz severa. Levanto la mirada, y noto que todas las de mis compañeros están puestas en mí, y él me ve, molesto—. Presta atención, y anota lo que estoy dictando —me ordena.

—Ya oí... —vuelvo mi vista a mi libreta, y paso la página, para anotar. Pero no me apetece hacerlo. Escucho a papá resoplar, y continuar su dictado. Únicamente escucho «blah, blah, blah» salir de su boca. Es fácil para él fingir; mis compañeros no tienen idea de que él es mi papá. Supongo que menos por la manera en la que me trata; aquí soy únicamente un alumno más para él.

Da su clase con naturalidad; como si nada malo pasase; como si nuestra familia no se hubiese roto. Sigo enfadado con él, pero lo estoy aun más con Desmond. ¿Cómo pudo habernos hecho eso? ¿No le importábamos? ¿Todo eso del hombre bondadoso e intachable era una simple fachada?

—Rex, es la última vez que te llamaré la atención. A la próxima, te bajo un punto —me advierte papá.

Frunzo el ceño, y tomo mi lápiz, para anotar, al mismo tiempo que me siento correctamente.

—Lo siento —murmuro.

Él continúa como si nada.

Minutos más tarde, concluye su clase, y tocan la campana, anunciando la hora del almuerzo. Todos comienzan a abandonar el aula. Yo me dispongo a salir, sin hacer contacto visual con él.

—Rex —me llama papá, deteniéndome—, ¿podemos hablar a solas un minuto?

No le respondo. Me volteo para mirarlo, y tomo asiento en un pupitre frente a su escritorio. Él toma asiento también, y me ve de reojo. Su semblante serio cambia a uno de preocupación.

—Hijo... ¿por qué te portas así?

—¿En serio lo preguntas? —lo miro con desdén. Él desvía la mirada. Sabe por qué, pero se hace el desentendido.

—Lo siento, Rex —su voz se oye quebradiza, como si quisiese romper a llorar en cualquier momento, haciendo lo posible por contenerse. Papá ahora luce vulnerable; lo opuesto a hace unos momentos—. Lamento que esto tenga que pasar. Sé que te afecta tanto como a nosotros... —se lleva una mano a los ojos—. Debes extrañar mucho a Desmond...

Lo que dice me revuelve el estómago. A decir verdad, desde que me enteré de aquello, no. Veo a papá con una luz diferente. Lo que hizo nos arruinó a todos, y Robin sufre mucho por ello. Ahora no puedo evitar sentir otra cosa que no sea rencor o incomodidad hacia su persona. No sé si deba decirle a papá que ya sé lo que ocurrió. Por su estado actual, creo que lo más prudente sería reservármelo.

—Sí... —le respondo, para no levantar sospecha alguna—. ¿Se divorciarán? —pregunto, ansioso por la respuesta. A decir verdad, no sé lo que espero escuchar por parte de él. ¿Quiero que mis padres se divorcien? ¿Que mi familia acabe de dividirse? Una parte de mí no quiere que eso pase, pero la otra... sigue resentida por lo que pasó.

—No —su respuesta me conmociona—... N-No lo sé... Amo a tu padre; más de lo que quisiera, pero... no sé si esto pueda resolverse. Empiezo a perder esperanzas... Las cosas sólo empeoran —unas débiles lágrimas de deslizan por su rostro, y se quita las gafas, para limpiarlas de inmediato. Verlo en ese estado me entristece mucho.

—Papá —le hablo con suavidad, para tratar de tranqulizarlo—... haz lo que creas correcto. No te obligues a hacer algo que no quieras hacer, ¿de acuerdo?

La desdichada vida de Desmond GrimmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora