2 años después...
—Vamos a hacerlo bien esta vez —digo, atándole el moño, mientras me observa en silencio. Únicamente asiente—. Te noto nervioso. No lo entiendo, ya hicimos esto antes.
—Lo sé... pero no puedo evitarlo; supongo que tengo miedo de echarlo a perder de nuevo... —baja la mirada.
Le levanto del mentón, para mirarlo de frente.—No echarás nada a perder. ¿No me escuchaste? Vamos a hacerlo bien esta vez —le dedico una sonrisa segura—. Recuerda: amor incondicional...
—Amor incondicional —repite, como un niño pequeño aprendiéndose las tablas de multiplicar.
—... confiar ciegamente en el otro...
—Confiar ciegamente en el otro —repite ello con vergüenza.
—... y nunca volver a separarnos —acaricio su mejilla.
—Nunca volver a separarnos —sonríe, y ambos nos damos un corto beso en los labios—. ¿Listo?
—Listo —amplía su sonrisa.
En pocos minutos, ya nos encontramos camino a la iglesia. Robin se fue en su auto con mi suegra, cuñados y sobrino; y yo voy con mi hijo, primo y sobrino, en el mío. Ahora soy quien siente mariposas en el estómago. Estoy a punto de casarme por segunda vez con el amor de mi vida; es casi como un sueño hecho realidad.
—¡También quiero ir a España! —chilla mi hijo, desde su asiento. Viktor al menos está más callado que él, ya que está distraído en su celular—. ¡No es justo que deba quedarme!
—Es nuestra luna de miel, Rex —inquiero—; se supone que es algo especial entre tu padre y yo. No puedes venir.
—Mínimo, déjenme pasarla solo en casa. ¡Ya casi soy mayor de edad; sé cuidarme solo!
—¿Pretendes que te dejen solo, cuando justo ahora estás haciendo berrinche? Qué maduro —interviene Steven.
—Sí, Rex —coincido—. ¿Por qué no puedes ser más como Viktor? Está tranquilo y sin hacer berrinches; y, a diferencia de ti, él sí es mayor de edad.
—¡Está viendo porno con los audífonos puestos!
—¿Qué tipo de porno? —pregunta Steven.
—Te quedarás con tu tío. Fin de la discusión —espeto.
—¡Aghh! —Rex se cruza de brazos, molesto. Increíblemente, sus berrinches no alteran en absoluto mi buen humor. En verdad me siento muy feliz ahora.
Después de todo lo que ha pasado, por fin respiro en paz.
—Mírate —dice Steven, al verme por el rabillo del ojo—, esa sonrisa bobalicona en tu rostro luce genial en ti.
—No te imaginas lo bien que me siento —digo, mirando a través de la ventana.
—Por supuesto que me lo imagino; así mismo me sentí cuando me casé con Liz, y estoy seguro de que lo sentiré de nuevo al casarme con Nancy.
Llegamos al fin a la iglesia. Todos nos esperan ya adentro, incluido Robin, al parecer, ya que su auto yace estacionado afuera junto a los demás. Los cuatro apresuramos el paso, para ingresar, y, al adentrarnos en ella, Steve, Viktor y Rex van a sentarse junto a Nancy y la familia de mi prometido. Mientras tanto, Robin y yo, con los brazos entrelazados, caminamos juntos hasta el altar al ritmo de la Marcha Nupcial. Los ojos de todos están puestos en nosotros, mientras nos graban y toman fotografías con flash.
Al detenernos, el cura nos recibe con una sonrisa, aunque su mirada se fija primero en mi prometido.
—Es bueno verlo de nuevo —le dice. Robin se sonroja de la pena—. Espero que no salga huyendo esta vez.
—Descuide, lo tengo bien sujeto por si acaso —bromeo. El anciano se limita a reír, y abre su biblia, para dar inicio a su discurso, no sin antes carraspear un poco.
Mientras lo da, Robin y yo intercambiamos miradas cada tanto. Mi sonrisa permanece vigente en mi rostro todavía. Quiero creer que mis padres me ven, desde donde quiera que estén, ahora mismo, y se sienten felices por mí.
—Desmond Viktor Grimm —dice el cura—, ¿aceptas a Robin Reginald Renzo como tu legítimo esposo, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así, amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?
—Acepto.
—Y tú, Robin Reginald Renzo, ¿aceptas a Desmond Viktor Grimm como tu legítimo esposo, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así, amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?
—Acepto.
Mi sonrisa se amplía al escuchar aquello.
—El Señor confirme con su bondad este consentimiento vuestro que habéis manifestado ente la Iglesia y os otorgue su copiosa bendición. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. Yo los declaro: marido y... esposo, supongo. Pueden besarse.
Tomo a Robin de la cintura, mientras él rodea mis hombros, y ambos nos poantamos un largo beso. Todos se ponen de pie, y comienzan a vitorear y aplaudir. Mi ahora esposo y yo despegamos nuestros labios con lentitud, mientras nos observamos con ternura.
—Entonces, cuando sea nuestro aniversario, ¿cumpliremos diecisiete años de casados o uno? —me pregunta.
—Se supone que estamos empezando de nuevo, ¿no? Me parece que la respuesta es clara. —Le doy otro beso en los labios, pero esta vez uno corto, para así salir de aquí lo más pronto posible para poder ir a celebrar.
Elegir no ser una rata fue la decisión más sabia que pude tomar en mi vida.
Recuerden: una historia de amor en la que la pareja no se queda junta, no es una historia de amor, sino una de tragedia.
—Yo, justificando mi mierda tóxica y cliché, jsjsjs.
Este ha sido el final definitivo de este libro. Espero no haberlos defraudado:'3
De nuevo, gracias a todos por haberse tomado la molestia de leer, votar y comentar. Lo aprecio mucho. ♥
Ahora deséenme suerte intentando sacarlo en físico.
Bai.
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La desdichada vida de Desmond Grimm
Roman d'amourADVERTENCIA: este novela te hará pasar muchos corajes. SINOPSIS: Desmond es el cliché de hombre perfecto: sonrisa perfecta, buenos modales, inteligente, porte de caballero, amable, sano, pacifista, felizmente casado con un hombre que lo ama, con un...