Fue tan duro. Todas las noches, después de un día pesado, me encerraba en mi alcoba a llorar, culpándome y lamentándome por cómo habían terminado las cosas. Extrañaba a Desmond; lo quería devuelta conmigo; odiaba despertar y ver el lado de su cama vacío todas las mañanas.
Cuando, en medio de nuestra discusión, mencionó el divorcio como posibilidad, literalmente casi me desmayo. Él quería terminar con todo. Mi corazón estaba hecho trizas; me sentía mal; pero cuando me dijo lo que estaba mal entre nosotros, y que nuestra relación sólo iba de mal en peor, comprendí que estaba en lo cierto. Nos habíamos desplomado como matrimonio.
Luego llegó el día. Perdí a Desmond; mi hijo me detestaba; ni siquiera Desari o su esposo volteaban a verme cuando pasaba. Pasé a ser el malo de la historia; o quizá siempre lo fui.
Lo peor de todo es que, después de tanta presión, terminé dándole una oportunidad a Emmanuel. Habíamos comenzado una «relación»; aunque parte de mí no la tomaba en serio. Aún seguía amando a Desmond, y dudaba que podría olvidarlo tan fácilmente como él lo hizo conmigo... porque, según mi hijo, había empezado una relación con un tal Scott. Al enterarme de que era el mismo con el que lo sorprendí en su departamento aquel día, me sentí devastado.
—... Hasta luego. —Cuelgo, y procedo a guardar mi celular en mi bolsillo, para continuar preparando el desayuno.
—¿Quién era? —pregunta mi hijo, entrando a la cocina, bostezando, y toma asiento en la barra.
—Emmanuel —le respondo, untándole la mayonesa al pan para los emparedados.
—Mmm... ¿Sabes? Lo único genial de todo esto es que corrieron al pendejo de la escuela.
—¡Reginald! —lo riño, con el ceño fruncido—. ¡¿De dónde sacaste esa palabra?!
—De mi tío. Literalmente lo llama así.
—¡Pues no quiero oírte decirla de nuevo!
—¿Cuál? ¿Pendejo?
—¡Sí!
—¿A quién? ¿Al pendejo?
—¡Sí, al pendejo! —Me llevo una mano al rostro, mientras él se echa a reír—. A Emmanuel... Rex, por favor.
—Ya, ya, lo siento. ¿Qué se supone que quieres que haga? No me agrada el tarado de tu novio, papá. Es un patán arrogante. Me cae mucho mejor Scott.
—¡Vete a tu cuarto! —le ordeno.
—Ya quiero que sea mañana, para estar con Desmond —se levanta, y sube a encerrarse a su alcoba.
Me quito los lentes, y limpio mis humedecidos ojos con la manga de mi suéter. No puedo con esto.
Después de unos minutos, llamo a Rex, para que baje a desayunar, lo cual no hace, provocando que me deprima aún más. Luego los dos, cambiados, salimos de casa, y nos dirigimos a la escuela. Nadie dice nada en todo el camino, y, al llegar, cada uno se dirige a su respectiva clase sin intercambiar palabra alguna.
A continuación llega la hora del almuerzo, y Emmanuel y yo quedamos de vernos en el restaurante con temática de los 50's al que me llevó el otro día, de nombre Cherry Blossom. Como no le quedó más de otra que renunciar por aquella huelga que hicieron los alumnos, tenemos que citarnos para almorzar juntos ahora. Según me dijo, consiguió empleo como profesor en otra escuela del distrito.
—¿Estás bien? —me pregunta Emmanuel, tomando mi mano, al notarme taciturno—. Te noto deprimido, bebé —me toma de la mano. Ese mote... no me molesta, pero no me acostumbro a él.
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La desdichada vida de Desmond Grimm
RomantizmADVERTENCIA: este novela te hará pasar muchos corajes. SINOPSIS: Desmond es el cliché de hombre perfecto: sonrisa perfecta, buenos modales, inteligente, porte de caballero, amable, sano, pacifista, felizmente casado con un hombre que lo ama, con un...