Capítulo 31

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Mi abuela falleció. Cuando papá me dio la noticia, me conmocioné. Me siento muy mal por no haber podido visitarla por última vez. Se fue, y ni siquiera pude despedirme. Desmond debe sentirse fatal. Era su madre, después de todo. Hoy se llevará a cabo el funeral. Cuando vea a papá, trataré de no portarme como un cretino con él. Ahora necesita apoyo y consuelo. Pese a la atrocidad que cometió, estoy seguro de que ahora está arrepentido. Merece que le dé una segunda oportunidad.

Termino de anudarme la corbata, y me coloco mi saco. A continuación bajo las escaleras. Al llegar al primer piso, me asomo por la sala, a la par que escucho a papá hablar por teléfono.

—... No puedo —dice él, de espaldas, con una mano sosteniendo un pañuelo con el que sacude su nariz por la gripe—. Es el funeral de mi suegra... Debo ir allá. No, pediré un taxi. No. No. No, Emmanuel. —Frunzo el ceño al oír ese nombre—. No vengas. No necesito que me lleves. A Desmond no le agradará ver tu cara, después de lo que le hiciste.

Elevo ambas cejas al escuchar eso último. ¿Lo que le hizo? ¿Qué fue lo que ese tipejo le hizo a papá? ¿Acaso... él habrá sido quien lo lastimó? Recuerdo cuando llegó a casa todo golpeado. De sólo imaginarlo, me hierve la sangre. Ese director no me gusta nada. Espero que la huelga sirva de algo y lo corran.

—... ¡Que no vengas, Emma...! ¿Hola? Demonios... —oigo que masculla lo último, y guarda su celular en su saco. Después se voltea, y, al verme, da un respingo—. Hijo... no te... escuché...

—¿Vendrá McAllister? —le pregunto con sequedad.

Él estornuda antes de responder, y se lleva el pañuelo a la nariz.

—Sí... Se... ofreció a llevarnos al funeral de tu abuela. Sabes que ahora no estoy en condiciones para conducir.

—¿Qué relación tienes con ese hombre, papá?

—Sólo somos amigos, Rex —desvía la mirada al piso. Desmond me contó que tiende a hacer eso cuando está nervioso o se siente incómodo.

—¿Qué fue lo que le hizo a papá?

—¿Cómo dices? —me mira nuevamente.

—Te escuché decir que le hizo algo.

—Escuchaste mal.

Frunzo el ceño.

Me doy la vuelta, y subo a encerrarme en mi alcoba. Minutos más tarde, papá me pide bajar, y me encuentro con el director en la sala, charlando de lo más cordial con mi padre. Papá me pide que salude, pero no hago más que extenderle la mano, y desearle los buenos días. Después los tres subimos al auto. Ellos van adelante, y yo atrás, claro, escuchándolos hablar mientras miro hacia la ventana. Únicamente muestro indiferencia a todo lo que representa McAllister, y viceversa. No hay que ser un genio para saber que no le agrado. Únicamente se porta amable conmigo por papá. Comienzo a comprender por qué.

—¿Una huelga? —repite papá, al escuchar lo que le dijo su interlocutor.

—Así es. A los mocosos les pareció buena idea negarse a asistir a clases, hasta que renuncie a mi cargo —le responde, concentrado en el camino.

—Es una locura. Rex, ¿por qué no me lo dijiste? —me pregunta papá.

—No pensé que fuese importante —le respondo con sequedad, mirando hacia la ventana.

—¿Qué harás? —dirige su atención a McAllister nuevamente.

—No lo sé. Esto se me ha salido de las manos.

Sonrío de satisfacción al oírlo. No me importa si lo nota o no. Estoy ansioso por que lo echen.

Pasados minutos que se me hacen eternos, llegamos al cementerio. A lo lejos logro vislumbrar a los asistentes del funeral de mi abuela.

La desdichada vida de Desmond GrimmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora