Acariciada por la oscuridad.

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La última semana de vacaciones transcurría como un ligero suspiro. Hoy era martes y estaba a mitad de la clase de equitación de la semana. Estaba agotada por las pesadillas que me despertaban en las noches y por las emociones que me embargaban repentinamente. No lograba escuchas bien a Henry, mi profesor, que me gritaba desesperado movimientos específicos que tenía que llevar a cabo.

Bastaron quince minutos para que se diera por vencido y me mandara a dar vueltas trotando alrededor de la pista con payaso, mi caballo.

Llevaba al menos unos 2 años en estas clases y en un día normal me hubiera sentido totalmente excitada, como siempre que tenía clase.

Desde qué llegue a esta isla mi mama decidió que sería bueno que comenzara hacer algo, en vez de mantenerme encerrada en la casa leyendo. Mis padres se esmeraron en buscar algo de mi gusto y en lo que estuviera dispuesta para usar el tiempo. Probé clases de danza, violín e incluso buceo. Un día por razones del destino salí de casa a dar un paseo, di con este lugar y pedí informes.

Desde entonces amo a los caballos y amo las clases con Henry.

- ¡movimiento 1 y 2! Trota no rebotes.- Henry estaba perdiendo la paciencia y me di cuenta por el tono de su voz. Estoy segura que sí tuviera la oportunidad le gustaría verme caer del caballo.

Jale las riendas y Payaso paro.

Inhale una gran bocanada de aire frío, que se abrió paso hasta llegar a mis pulmones.

Suspire y trate de concentrarme.

Propine un ligero golpe con la fusta y Payaso comenzó a trotar. Al principio reboté en la silla y sentí dolor en el trasero. Trate de concentrarme y hacer los movimientos correctamente.

Arriba, abajo, arriba, abajo, arriba, abajo, arriba....

Trate de limpiar mi mente y comencé ha hacer las cosas bien. Enderece la espalda y me deslice hacia adelante, tomando la postura correcta. Todo iba bien baste que decidí apartar la mirada de enfrente. busque a Henry con la mirada esperando que me felicitara pero, no se encontraba en la pista. Después de unos segundos lo encontré y me sentí orgullosa de no perder el paso. Estaba hablando con alguien, a lado de el chico con el que hablaba parecía un pequeño elfo por su pequeña estatura.

Después me fije en el chico, era alto muy alto, su pelo era negro y lo llevaba en un corte muy moderno, que resaltaba los ángulos de su cara. se me hacia familiar, ¿pero de donde?...

Aguante la respiración bruscamente y jale las riendas, Payaso paro de golpe y sentí como me despegaba de la silla y fue como sí las cosas sucediera en cámara lenta, me resbale de lado y uno de mis pies quedo atrapado en los estribos y juro que escuche mi hueso tronar. Mi espalda aterrizo secamente contra el suelo y después siguió mi cabeza que se estrelló fuertemente provocándome ver estrellas y eso que llevaba en mendigo cascó. Solté un grito de dolor y jale el pie tratando de que se soltará. Cada movimiento que llevaba a cabo provocaba ondas de dolor en mi pierna, finalmente me solté de un tirón y cuando mi pie aterrizo en el suelo solté un nuevo grito de dolor. Supongo que grite demasiado fuerte ya que Payaso salió corriendo tratando de escapar de el ruido, o tal vez solo se había aburrido de estar parado, quien sabe...

Escuche pasos acercarse y supuse que Henry había escuchado mis gritos. Cerré mis ojos tratando de desconectarme del dolor, lástima que no sirvió.

- Sue...- susurro alguien, su voz era ronca y melódica y con los ojos cerrados adivine de quién se trataba. Soñar con el todos eso días me había echo acostumbrarme a su vos.

En ese momento no trate de cuestionar el echo de que supiera mi nombre de pila, estaba demasiado atolondrada como para ponerme a hacer preguntas estúpidas.

Seguro que Henry le ha hablado de mi y le ha dicho mi nombre, si, eso era.

Deje que me susurrara cosas al oído, deje que la hermosa melodía de su voz me atrapara y me arrullara, trate de concentrarme en lo que decía pero estaba demasiado atolondrada como para seguir una cadena de pensamientos siquiera.

Cerré los ojos con más fuerza, deseando que la inconsciencia me atrapara y me envolviera en una capa de tranquilidad.

Perdí la conciencia intermitentemente, de un momento a otro Henry también estaba a mi lado y me decía que me mantuviera despierta, después estaba siento arrastrada en una camilla hacia una ambulancia.

Eso fue cuando me di cuenta de que esta era la primera vez que caía del caballo, y también me di cuenta que el dichoso casco no servía, al menos a mi no me había servido. Estando dentro de la ambulancia juntó a un médico me dio la tranquilidad suficiente como para que me dejara arrastrar, de nuevo, hacia la tranquilidad de la inconsciencia...

Cuando desperté con lo primero que me encontré era una lámpara larga y sencilla que colgaba del techo, la luz era blanca y sentí que me cegaba después de tener los ojos cerrados quien sabe cuánto tiempo. Esta vez no había soñado con chicos misteriosos, lugares horrorosos y escenas de sufrimiento. Simplemente deje que la negrura me envolviera y me dejara desconectarme del mundo un rato.

Después de unos segundos me di cuenta de que estaba en un hospital y recordé los eventos por los cuales me encontraba aquí. No creía que los golpes fueran demasiado graves como para traerme al hospital, pero aquí estaba. Me dolía la cabeza, la espalda y casi no podía soportar el tobillo derecho.

Parpadee un par de veces y me incorpore en la cama tratando de sentarme, lo único que pude conseguir fue quedar en una postura bastante incómoda y mi barbilla topaba con mi pecho.

- cariño, al fin despertaste. ¿Cómo te encuentras?

Di un pequeño brinco al oír a mi madre y sentí una punzada en el trasero. Genial, también tenía el trasero lastimado ¿algo más?

-bien.- mi voz sonaba a la de una fumadora de setenta años.

- ¿que... - carraspee.- ¿cuanto llevo aquí?

Mi mamá suspiro y me devolvió una mirada cansada.

- un día entero, nos has tenido en vela esperando a que despertaras. Los médicos querían ver si no tenías contusiones, afortunadamente no.- cerro los ojos y mientras se frotaba las cienes con los dedos prosiguió:- tu tobillo está lastimado y vas a necesitar usar una férula unas dos semanas y obviamente no podrás entrenar por un tiempo, lo siento.

Mamá se dio cuenta lo incómoda que me encontraba y me ayudo a incorporarme.

Odiaba siquiera saltarme una clase con Henry, pero ¿una semana? Dudo no volverme loca sin ejercicio.

Me dolía el cuerpo y me encontraba confundida, pero yo solo quería irme a casa.

Pasaron un par de horas antes de que me dieran permiso de marcharme, ya que los doctores querían asegurarse de que me encontraba en perfectas condiciones, además querían revisar la tomografia que sacaron de mi cerebro, para asegurarse, de nuevo, que todo estaba bien.

El viaje a casa transcurrió en silencio y recordé algo que hizo que mi corazón se desbocara. Recordé al chico de pelo negro, que susurró mi nombre melancólicamente mientras me estrechaba entre sus brazos, el mismo chico con el que soñaba todas las noches.

No lo había visto de nuevo y quise darme unas cachetadas por no haber aprovechado preguntarle quien era. Me sentí irritada y en esos momentos lo único que quería era acurrucarme en mi cama y dejarme llevar por los sueños, esperando que esta vez sean buenos.

Good DemonsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora