Lo que podria ser, pero no es.

369 12 1
                                    

Me encontraba sentada en un suave sillón de terciopelo rojo, desgastado por el uso de los años. Emma hablaba enérgicamente, su voz contenía un dejo de arrepentimiento. A la interrumpía de vez en cuando y me lanzaba miradas preocupadas de vez en cuando. Yo, por el otro lado, me encontraba con la mirada perdida. Al parecer toda mi vida estaba construida sobre mentiras y engaños. Estaba confundida y me negaba a reconocer como verdad lo que explicaban con tanto detallé.

Mi padre un demonio rechazado...

Mi madre un ángel caído...

Yo y mis hermanas demonios ascendidos. El resultado de un ángel y un demonio. No reconocidos como hijos del cielo ni como hijos del infierno.

Al parecer la muerte de Karla y la inminente muerte de Viola se debía a que no eran lo suficientemente fuertes como para resistir la abrasadora sangre que corría por sus venas. Su muerte estaba prevista desde el día en que sus corazones latieron por primera vez, desde que su vida se encendió ya tenían los días contados. Yo era la única que quedaba. La más fuerte de las tres. La que era perseguida por ángeles y demonios para ser proclamada como propiedad del cielo o el infierno. Emma y A eran "propiedad" del cielo.

Los padres de Emma eran como mis padres, un ángel y un demonio enamorados. Tantos secretos descubiertos me estaban mareando y estaba segura que si no me tomaba un descanso iba a acabar en un hospital psiquiátrico. El lado bueno de las cosas era que Karla no había terminado con su propia vida y que Viola no tenía cáncer, lo malo era que nada de eso evitaba la muerte de las dos personas que más amaba.

Quería hacer varias cosas, como gritar, maldecir y pegarle a algo pero, no podía moverme. Todo lo que me habían revelado me hacia sentir insegura, como si toda mi vida fuera una farsa, que yo era una farsa. Ahora me sentía vacía, era el cascarón vacío de lo que antes llamaba verdad. A tomó asiento a lado de mi y el mullido sillón se hundió bajo su peso, haciendo que me fuera de lado chocando contra su fuerte costado. Hoy se encontraba especialmente guapo. Sus ojos brillaban con intensidad y persistencia, era muy difícil apartar los ojos una vez que hacías contacto visual. Las pequeñas motitas naranja vivo se movían por su ojo como pelotas rebotando. Su pelo estaba alborotado y húmedo. Seguro se había dado una ducha. Estábamos tan cerca que su olor me embragaba y atontaba mis estúpidas hormonas de adolescente. Oye, no todos los días se puede estar cerca de un chico así. Olía a bosque, con un ligero tufo a quemado. Como cuando uno apaga un cerillo. Podía oler su loción de afeitar, fresca y juvenil.

Ahora que la piel desnuda de nuestros brazos estaba en contacto sentía una sensación eléctrica que recorría mi cuerpo repetitivamente. No habíamos echo contacto visual, me había asegurado de ello, y aún así me sentía tranquila y ligera. El peso de las fuertes revelaciones se atenuó un poco y el mal humor y la tristeza que sentía últimamente se disiparon como la nubla.

Cerré los ojos. Me sentía tranquila, si. Pero tenía que salir de allí y regresar a casa. Olvidar todas la locuras que me habían dicho. Claro que eran Locuras ¿acaso estaba sopesando la posibilidad de creerle a dos locos que decían ser demonios ángeles? Estaba en una casa inmensa en un cuarto de la segunda planta con dos personas locas como cabras y mi casa se encontraba al menos a una hora. Incluso la sociedad se encontraba a una mida hora en coche. Si no salía de aquí ahora estaba segura que mi vida peligraba.

- bueno... Estoy segura que lo que resta de la historia es muy interesante. Pero tengo que regresar a casa... Es... Comida familiar. Ya saben como son esas cosas. Que lata.

Me pare del sillón y me acerque precavidamente a la puerta. Coque contra un mueble, mi espalda choco fuertemente contra la esquina de un guardarropa que parecía muy antiguo. Maldeci para mis adentros mientras me reía como sí fuera un chiste. A se había parado del sillón y me diaria cosas como: "no tienes que irte" "puedes confiar en nosotros" y "quédate para que te podamos explicar todo". Su voz sonaba sincera pero ¿lo era? No lo sabía. Y eso me dolía, no saber otra cosa que al parecer era algo importante para mi vida. Para la gente que amaba. Dudé un instante. Pero si decían la verdad y yo no les creía ¿que pasaría?

Tenía que salir de ahí y alejarme de sus voces, si no lo hacia acabaría cediendo. Una parte de mi sentía que esa era la verdad, pero la otra se negaba rotundamente a creerlo. Antes de que pudieran decir nada di media vuelta, cruce la puerta de entrada en segundos y ahora me dirigía pedaleando hacia casa, impulsada por mis dudas y temores...

Good DemonsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora