Ángeles y demonios

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Abrí los ojos lentamente. tenía un dolor de cabeza insoportable y me sentía extremadamente cansada. no había logrado dormir bien y a lo más había descansado unas dos horas sin pesadillas.

Los recuerdos de la noche anterior volaron a mi cabeza y se deslizaron por mi memoria. Estaban locos, estaba segura de eso. mis padres me hubieran dicho la verdad hace mucho tiempo, esto parecía sacado de una historia infantil. de todas maneras no pude evitar recordar que yo nunca me había parecido tanto como a mi padre y mis hermanas si. yo siempre había sido muy parecida a mi madre, el pero rojo intenso y el físico. de mi padre yo sólo había heredado los ojos, grises como la neblina de un día frío. Y ¿si tenían razón? y si la sangre de mi madre (en este caso de "ángel") circulaba por mis venas en mayor cantidad que la de mis hermanas? ¿Y si eso me había salvado?

Todo esto era una locura, no sabía si confiar o no. mi vida se estaba despedazando pesado a pesado, pronto lo único que quedaría sería un mínimo residuo de lo que era yo antes. me estire y cogí el IPhone del buró, me coloque mis audífonos y deje que la música inundara mi oídos y acallara mis pensamientos. Cerré los ojos y me relaje. Necesitaba pensar pero, eso podía esperar.

- ¿a dónde vas, jovencita?- la voz de mi madre me freno.

- necesito un poco de aire.- respondí, extrañada.- ¿por que?

Mi madre suspiro y se froto el puente de la nariz. se le notaba cansada. las sombras debajo de sus ojos habían crecido y su piel se veía pálida, más de lo que ya era. Siempre me había parecido que tenía una belleza sin igual, fuerte e impotente. ahora parecía una delicada flor que al menor roce se podía romper.

- no te acuerdas.

La mire extrañada. ¿De qué no me acuerdo? Repase la noche anterior. nada, ninguna pista de a que se refería.

- a que te... oh- cierto, estaba castigada después de mi escenita en la cena. Maldeci para mis adentro y prometí no volver a beber en mi vida.

Estaba castigada. no podría salir de casa y tendría que haré el aseo, mierda.

Me recargue en una pared y cerré los ojos. mierda, mierda, mierda.

- supongo que no puedo salir.- susurre. No quería quedarme en casa, no quería quedarme con la tristeza que flotaba en el aire y con mis pensamientos asfixiantes. tenía que estar en movimiento. tenía que ocupar mi mente.

- exacto, no puedes salir. Oye ¿por qe esa cara?- mi madre exclamo con sarcasmo.- ya se, ven aquí y hazme compañía. No es padre tomar el café sola.

Me hacer que de mala gana a una de las incómodas sillas del comedor y apoye la cabeza en lo brazos.

- ¿qué tal dormiste? Yo dormí de maravilla, hace mucho que no dormía tanto tiempo.

- bien, yo también descanse. bastante- mentí.

Ángeles. pregúntale sobre eso. Pregúntale. pregúntale. Pregúntale.

- ¿qué piensas sobre los ángeles?- al recibir una mirada desconfiada de su parte comencé a tartamudear.- bueno... T-tu sabes que... Pues... Ammm no se. Tu... ¿Crees en ellos?

Mis manos comenzaron a sudar. cuando comenzó a hablar me percate de que dudaba y su labio inferior temblaba levemente.

- claro que creo en ellos. forman parte de nuestra religión y todo eso. Así qué creo que si, nunca había pensado sobre eso. ¿por qué?

Su pregunta fue brusca. Estaba nerviosa y a la defensiva. Y ¿si era verdad?

Nuestros ojos conectaron y me sentí mareada. Recordé a A y su efecto sobre mi, aparté la mirada rápidamente y me pare bruscamente de la silla, la cual cayo impactado el suelo fuertemente.

- a... perdón. Supongo que sigo dormida. Necesito un baño.

Salí de la cocina y me encerré en el baño. Ya no era la confusión la que corría por mis venas, era el miedo. ¿y si mis padres eran peligrosos? Y si en realidad... no, ellos eran los mismos de siempre. la que estaba cambiando era yo. Algo no estaba bien dentro de mi y yo lo sabia. tenía que encontrar a A, ahora. tenía que hablar con el. Tenía que salir de casa pero ¿cómo? Registre el baño con la mirada y di con la pequeña ventana del lado de la ducha. Estaba segura de que podría saltar de ahi, era sólo un piso de altura, no pasaría nada. Abrí la puerta de la regadera y me acerque a la ventana, necesitaba algo para pararme, un banco o algo así. No había nada de nada. No podía arriesgarme a salir, seguramente mi madre sospecharía si me ve entrando al baño con un banco. De echo cualquiera sospecharía. Tendría que usar la nula fuerza de mi brazos. Abrí la ducha para que el eco distrajera a mi madre si entraba en mi cuarto, abrí la ventana y brinque, me impulse con todas mis fuerzas y logre sacar medio cuerpo. La altura me dio vértigo y sentí como sí el suelo estuviera delante de mi, a centímetros de mi cara. Cerré los ojos y tome una gran bocanada de aire. Sí caía de cara desde aquí de seguro me rompería el cuello. Trate de acomodarme y después de quedar sentada en la ventana me di cuenta de que esto era una estupidez.

No podía esperar, si me ponía pensar me echaría para atrás.

A la cuenta de tres.

Uno...

Dos...

Tres...

Me deje caer y lo breves segundos que estuve en el aire sentí miedo a estrellarme contra el piso. Imagine que en unos segundos desplegaría mis alas y volaría, alto y libre como un pájaro. El gran golpe que recibí al estrellarme contra el pasto me saco de mis pensamientos.... Y también me sacó el aire.

Me quede tirada unos segundos y me levanté. Me dolía la muñeca y estaba segura de que me la había roto, pero no me importo. Comenzó a correr. Corrí hasta que mis piernas ya no podían. Cuando me encontraba frente a la puerta de caoba veía puntitos negros y me ardían los pulmones. Me hacer que un poco más y toqué el timbre. Nada. Espere unos cuantos minutos más y nadie salió. Le di la vuelta a la casa. Ninguna ventana abierta. Ningún balcón lo demasiado bajo como para poder alcanzarlo. Estaba segura de que A se encontraba dentro. Sentía su presciencia como sí fuera parte de mi ser. Tenía que entrar y hablar con el, ahora. Regrese a la puerta principal u trate con la chapa. ¡Milagro! Estaba abierta. Tuve que empezar por allí. La casa estaba a oscuras. Cerré la puerta detrás de mi de un portazo.

- ¡A!

Subí las escaleras y revise cuarto por cuarto. ¿Dónde diablos estaba? Al llegar al final de pasillo había una fotografía enorme adornada por un marco negro y elegante que decoraba la blanca pared. Me acerque más y observe detenidamente. Era una chica y un chico como de mi edad. El chico tenía unos ojos azul profundo y la chica tenía un hermoso cabello dorado. Eran los padres de A, estaba segura. Escuche un ruido detrás de mi y me voltee sobresaltada. A se encontraba al final del pasillo con unas Bermudas como prenda única. Su marcado pecho estaba decorado por varias pecas. Su cabello estaba despeinado y se notaba desorientado.

-¿sabías que uno no entra en las casas ajenas sin permiso?- su voz tenía ese matiz de flojera que todo el mundo usa en las mañanas. Me sorprendió que repitiera unas de las primeras palabras que yo le dije desde que lo conocí.

- la puerta estaba abierta- respondí.

Suspiro y se apretó el puente de la nariz.

- supongo que vienes a hablar ¿no?

Asentí y el empezó a caminar. No necesitaba una explicación para saber que tenía que seguirlo. Me condujo a una habitación oscura, había una cama desecha y libros esparcidos por todos lados. Estaba en su habitación. De un momento a otro sentí como sí estuviera invadiendo su privacidad y estaba segura de que mis mejillas se encontraban al rojo vivo. A corrió las cortinas y el sol abrazó los muebles como sí fuera un viejo amigo.

- supongo que tienes muchas preguntas. Dispara.

Good DemonsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora