Capítulo 10

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Las noches en la mansión seguían siendo una fiesta. A menudo la casa estaba llena de personas a las que los anfitriones apenas conocían, pero que se quedaban igualmente hasta altas horas de la madrugada con el pretexto de celebrar la que muchos habían bautizado como la boda del año.

Esa noche Poche había comido poco y había bebido de más, como venía siendo habitual los últimos días. Se encontraba lo suficientemente achispada para estar jugando con el último botón de la camisa de Mario, que de vez en cuando le dedicaba miradas tiernas, aunque estuviera más pendiente de la conversación que mantenía con un conocido coreógrafo de Hollywood.

Dos personas se acercaron para felicitarlos por su enlace. Poche había perdido la cuenta de la gente con la que había hablado aquella noche. Estaba segura de que olvidaría sus caras cuando se dieran la vuelta, pero aun así les dedicó su mejor sonrisa cinematográfica.

Nunca antes se había aburrido tanto en un evento social. Normalmente tenía buen aguante para las fiestas, y su pasatiempo favorito era observar sin ningún disimulo a las invitadas más atractivas. En el pasado habría estado buscando con la mirada a alguna chica, a la que hubiera seducido sin ninguna dificultad, y habría acabado llevándosela a la cama, despertando al día siguiente con ganas de llamar a los guardas de seguridad para que se la quitaran de encima.

Ahora, en cambio, cuando observó a sus invitados se dio cuenta de que ya no sentía ningún interés por hacerlo. Ni siquiera la preciosa morena que había junto a la barra y que no le quitaba ojo consiguió mantener su atención durante más de tres segundos.

A la única que quería ver era a Calle. Pero Calle no estaba allí.

Tal y como había temido, no había ido al ensayo de la boda, y la culpa era suya. Había tensado demasiado la cuerda insinuándose de esa manera y seguramente la había asustado. No le extrañaría nada si Calle decidía no acercarse más a ella.

— ¿Va todo bien? Tienes mala cara.

Su asistente personal, Marley, le tendió un vaso con algún líquido transparente.

— ¿Qué es? — le preguntó, aunque en realidad le daba igual. Beber hasta olvidar por completo lo que había sucedido en la piscina empezaba a parecerle una buena idea.

—Gin-tonic. Tienes pinta de necesitarlo.

Poche cabeceó, consciente de que no estaba siendo la mejor de sus noches. Marley también parecía haberlo notado.

— ¿Y bien? ¿Qué hay en esa cabecita tuya que te está torturando tanto?

—Nada — mintió escuetamente la actriz, mirando por el rabillo del ojo a su prometido. Esperaba que él no pudiera escuchar la conversación.

Marley cruzó los brazos sobre su pecho y dio unos sorbos en silencio a su propio vaso. Las dos estuvieron observando un buen rato a los invitados desde la zona más alta del salón. Tía Marla había ordenado decorar la estancia con la tenue luz de unas velas, ubicadas en puntos estratégicos. Era una luz que invitaba a charlar, a beber y a susurrarse secretos al oído en los rincones más apartados. Y a Poche le dio la impresión de que eso era, exactamente, lo que estaba haciendo la gente.

—Entonces, si no te pasa nada, imagino que te dará igual que Sebas acabe de entrar con esa novia suya que te parece tan especial— comentó Marley, sin molestarse en mirarla.

El corazón de Poche dio un vuelco al escuchar que Calle estaba allí, aunque trató de ocultar sus nervios todo lo que pudo.

—No, me da exactamente igual.

—Poche, cariño, puede que tu prometido esté tan ciego que no se dé cuenta de algo tan evidente, pero a mí no puedes engañarme. Te gusta esa chica. Muchísimo.

El Secreto De NadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora