Capítulo 27

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Cuando el teléfono empezó a sonar, Calle estaba dando el último retoque a su maquillaje. Salió corriendo por el pasillo que conducía a su habitación y pulsó el botón verde sin saber de quién se trataba.

— ¡Hola!— la saludó animadamente su amiga Paula. Calle miró el reloj. Quedaban todavía diez minutos para la hora acordada. ¿Por qué el tiempo no pasaba más rápido cuando una quería?

—Paula, de veras que ahora mismo no es un buen mom...

—En realidad solo te llamaba para desearte suerte— la interrumpió su amiga. —¿Qué?, ¿estás muy nerviosa?

Calle suspiró.

—Ni siquiera sé para qué te lo he contado. Ahora estoy más nerviosa que antes.

—Vale, vale. Tú... tú tranquila. Piensa que es como con un hombre. No puede ser tan diferente, ¿verdad?

Pero Calle sí esperaba que fuera diferente. Muy diferente. Y pensar en los hombres en aquel momento no ayudaba nada. Cuanto más intentaba calmarla su amiga, más nerviosa se sentía. Al final optó por mentir a Paula.

—Te dejo, creo que he escuchado el timbre.

— ¡Vale! ¡Buena suerte!

Se arrepintió de haber colgado nada más consultar su reloj de pulsera. Los minutos seguían sin pasar y Paula podría haber sido una buena opción para matar el tiempo. Estaba tan nerviosa que, cuando por fin sonó el timbre, no pudo evitar que su corazón comenzara a latir desbocado.

Salió despedida hacia la puerta, apesadumbrada por no poder cambiar de atuendo. Tras haber desmantelado el armario en busca de la prenda perfecta, se había decidido por una camisa negra con escote pronunciado en pico, que dejaba entrever un sujetador de encaje también negro. Pero quizá era algo excesivo. Calle todavía no había abierto la puerta y ya se estaba arrepintiendo de no haber optado por algo más recatado. ¿Qué pensaría Poché? ¿Le gustaría o se sentiría intimidada por ello?

La respuesta la tuvo en apenas unos segundos, cuando abrió la puerta y vio en la mirada que le lanzó Poché la del depredador que está a punto de devorar a su presa.

La actriz, además, no se quedaba atrás. Estaba tan extremadamente sexy que, aunque no llevaban ni un minuto juntas, Calle ya tenía ganas de cerrar aquella puerta y olvidarse de la cena. Sin embargo, era una mujer de la vieja escuela, así que suspiró hondo e intentó calmarse cuando Poché le acarició con suavidad el brazo y la atrajo hacia sí para robarle un beso en la mejilla.

—Estás preciosa— le dijo.

Calle se ruborizó. Definitivamente, era de la vieja escuela, sí. El beso la había cogido por sorpresa, pese a que tan solo se había tratado de un saludo de cortesía. Dios mío, qué mal estás, se dijo, cuando comprobó que el sonrojo se acentuaba. Azorada, miró tan embobada como sonriente a Poché, que hacía exactamente lo mismo frente a ella. Pasaron de ese modo unos segundos, de pie en el marco de la puerta, hasta que Poché carraspeó e intentó normalizar el momento.

— ¿Estás lista? Tenemos reserva en media hora.

Calle asintió.

—Espera, cojo el abrigo y vamos.

Caminaron en silencio hasta el coche, que Poché había conseguido aparcar a pocos metros de su apartamento. A Calle aquel momento le recordó a la cena antes de la boda, cuando habían estado a punto de besarse. De aquello hacía solamente unos meses, pero ahora todo parecía lejano y diferente. Esta vez Calle se sentía libre. La amenaza de ser expedientada por la Junta Universitaria todavía planeaba sobre su cabeza, pero la compañía de Poché era suficiente para disipar sus miedos. Quería estar allí. Con ella. Y por primera vez tenía claro que no se perdonaría a sí misma no haberle dado una oportunidad a la química que había entre ambas. Le bastó con pensar en esto para que una placentera sensación de calma se apoderara poco a poco de ella.

El Secreto De NadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora