Poché se aproximó lentamente, casi como si tuviera miedo de acercarse a ella. Calle le dedicó entonces una sonrisa cálida, invitándola a acercarse con un gesto de la mano. Estaba emocionalmente exhausta, cansada de sentirse a la deriva, como un barco en medio de una tormenta. Pero en aquel momento, al ver a Poché, algo se reparó en su interior. Lo que estaba roto dejó de estarlo y al mirarla olvidó por qué se había ido furiosa del bar.
—Bonita noche— comentó Poché intentando romper el hielo.
—Sí, está preciosa.
El barco estaba en silencio, el mar se encontraba tranquilo y los rayos de luna se reflejaban como un espejo en su superficie.
— ¿Qué haces aquí tan pronto? — preguntó Calle. —Pensaba que la noche iría para largo.
—No tenía ganas de fiesta.
—Ya... yo tampoco.
— ¿Te lo has pasado bien?
—Sí, mucho— mintió Calle. Lo último que deseaba era que Poché supiera lo miserable que se había sentido al verla tonteando con aquella rubia. Pensó que volviendo al barco podría olvidar su malestar, pero solo había conseguido empeorarlo.
—Bien. Me alegro— dijo inicialmente Poché, aunque cambió de idea acto seguido. —No, en realidad no me alegro.— Hizo una leve pausa antes de continuar. —Calle, creo que te debo una disculpa.
— ¿Por qué motivo?
—Tengo la sensación de que piensas que he estado jugando contigo todos estos días y lo siento si te he hecho sentir así. Te aseguro que no se trata de eso.
Calle sabía que ahondar en esta conversación solo podía causarles problemas. Pero estaba demasiado dolida y no sabía cómo curar esa herida. Las otras heridas las conocía, las había tenido antes. Esa, no. Nunca había sentido nada parecido por una mujer. Necesitaba con desesperación un remedio, una cura rápida que la sacara de la miseria en la que se estaba sumiendo. Quizá por eso, dijo:
— ¿De qué se trata, entonces? Dímelo, porque si para ti esto no es un juego, no lo entiendo.
Poché sonrió con tristeza. Estaba nerviosa, eso podía notarlo. Desvió la mirada, perdiéndola en algún punto del mar, como si intentara poner orden a sus pensamientos.
— ¿De veras piensas eso? ¿Que eres solo un pasatiempo? ¿Un juguete? — respondió entonces, en un tono de voz que dejaba a las claras que su comentario le había dolido.
—Has estado con otras mujeres antes y para ti no significó nada. Joder, Poché... ¡Vas a casarte en dos días!
La frustración era evidente en el tono de Calle y Poché capturó su mirada antes de hablar.
—Sí, es verdad. Y por eso duele todavía más— susurró, inclinándose súbitamente para acariciar su cara. —Calle, ¿qué ves cuando te miro? — le preguntó en el mismo tono.
Estaban muy cerca la una de la otra, apoyadas en la barandilla de cubierta, mientras el viento revolvía sus melenas. El hipnótico balanceo del barco, meciéndose suavemente sobre el agua, combinado con los dedos de Poché enredándose en su pelo, fue suficiente para que Calle bajara todas sus defensas. Estaba agotada de luchar contra sus sentimientos y en aquel momento lo único que deseaba era dejarse llevar. Así que cerró los ojos, rindiéndose, disfrutando por primera vez de las caricias de Poché, hundiendo la mejilla en su mano sin importarle lo que pasaría después.
En algún lugar de su mente una voz intentó advertirle de las consecuencias que tenía lo que estaba haciendo, pero se apagó muy pronto. Era más importante lo que sentía al estar tan cerca de Poché, aspirando su perfume sin necesidad de disimular, notando cómo su pecho subía y bajaba a medida que su respiración se iba agitando.
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El Secreto De Nadie
Teen FictionDaniela Calle se da cuenta de que los sentimientos por su novio Sebas no son tan fuertes, cuando acuden a la boda de la prima de él, con ella siente una conexión inmediata ¿será deseo o admiración?... Adaptación de un Libro.