Capítulo 23

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—Entonces es de las que estudia.— Su hermana la miró con interés mientras daba un bocado al delicioso plato que había cocinado para ellos.

Calle solía evitar las reuniones familiares tanto como podía, pero se trataba del cumpleaños de Juliana, y el único regalo que le había pedido era disfrutar de una cena con toda su familia.

Se limpió la boca con la servilleta, concediéndose unos segundos para contestar. A Calle le resultaba increíble la expectación que aquel tema despertaba en todo el mundo. No era la primera vez que hablaba con su familia sobre la presencia de Poché Garzón en su clase. Había pasado tiempo y Calle era la primera que se había acostumbrado a tenerla de alumna, pero la fascinación nunca desaparecía de los rostros de sus amigos y conocidos. Richard, el marido de Juliana, y su hermano Josh incluso tenían las bocas ligeramente abiertas mientras esperaban su respuesta.

—De hecho, es una de mis mejores alumnas— confesó.

—Quién lo hubiera dicho...— afirmó Richard. —¿Tú te lo esperabas? Que fuera lista, digo.

—No lo sé— replicó ella, incómoda con los derroteros que estaba tomando la conversación. Cada vez que hablaba de Poché evitaba dar demasiados detalles y le molestaba tener que evaluarla constantemente con todos los que sabían que era su alumna. —Cara de tonta no tiene.

—La verdad es que yo nunca me he fijado en su intelecto. No sé si me entiendes— comentó su hermano Josh, trazando dos círculos en el aire con sus manos, en clara referencia a los pechos de la actriz. Josh le dio un codazo a Richard y los dos comenzaron a reír.

Calle notó la indignación subiendo por su estómago, ruborizándole el escote, el cuello y las orejas. Por norma, apenas se hablaba con su hermano, en gran parte por este tipo de situaciones. Josh era un bocazas maleducado, incapaz de tener en cuenta los sentimientos de los demás. Abrió la boca para contestarle, pero entonces sintió un tirón en su brazo. Miró hacia arriba y vio a Juliana, haciéndole señas para que la acompañara hasta la cocina. Calle la siguió a regañadientes, mientras su padre, Josh y Richard se enzarzaban en una discusión sobre los encantos físicos de Poché Garzón.

—No deberías haberme parado. ¡Se merecía que le respondiera!— protestó tan pronto como llegaron a la cocina.

—Vamos, no se lo tengas en cuenta. Josh es un tío y los tíos dicen esas cosas sobre bellezas como Poché Garzón. Ya los conoces.

Su hermana tenía razón, pero la relación con su hermano nunca había sido demasiado buena y que hiciera esos comentarios no la iba a hacer mejor.

— ¿Podrías tranquilizarte y disfrutar? ¿Puedes hacerlo por mí? Vamos, es mi cumpleaños— le recordó Juliana.

Calle refunfuñó, pero aun así apaciguó sus ganas de regresar al comedor y enzarzarse en una estéril discusión con su hermano.

—Por cierto, ¿cómo van las cosas con ella? Llevo días queriendo preguntártelo.

El tono tranquilizador de la voz de su hermana consiguió calmarla. Juliana siempre tenía ese efecto en ella.

—Todavía se me hace muy extraño tenerla allí, pero no pierdo la esperanza de que algún día podamos ser amigas.

Juliana arqueó una ceja.

— ¿Amigas-amigas o más que amigas?

—Amigas. De las de verdad. Me he dado cuenta de que las cosas nunca podrían funcionar con Poché. Si algo he aprendido estos meses es que ella es de otro mundo y siempre será de ese otro mundo. Tendrías que ver cómo está la universidad, llena de periodistas.

— ¿Tantos hay?

Calle asintió enérgicamente.

—Aunque debo reconocer que cada día son menos. Imagino que, ahora que Mario ha concedido todas esas exclusivas sobre el divorcio, se han quedado sin historias que contar.

Juliana cogió un delantal y se lo colocó alrededor de la cintura.

—Y si estás tan convencida, ¿por qué me da la sensación de que esto no ha acabado?— preguntó, echando los restos de comida en una bolsa de basura.

—No lo sé, pero te equivocas y puedo demostrarlo.

— ¿Ah, sí? ¿Cómo?

Calle tenía preparada la respuesta. Llevaba varios días pensando en ello.

—Cuando acabe el semestre, Poché ya no tendrá más clases conmigo. ¿Quieres apostar algo a que no pasa nada hasta entonces?

Juliana sonrió de medio lado. Siempre le habían encantado las apuestas, sobre todo las que estaba tan segura de poder ganar. Se limpió la mano en un paño de cocina y se la tendió para cerrar el trato.

—Pero no vale hacer trampas— le dijo. —Si ocurre algo entre vosotras, tendrás que ser sincera conmigo.

Calle estrechó la mano de su hermana con fuerza. No habían puesto términos a la apuesta, pero daba igual. En aquel momento estaba convencida de que iba a ganarla.

El Secreto De NadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora