Capítulo 26

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Calle terminó de leer el pasaje y cerró el libro de golpe, mirando a Poché con intención. Normalmente esperaba a la última semana del curso, cuando ya había alcanzado la suficiente confianza con los estudiantes, porque su alto contenido erótico era mejor recibido. Pero quería llamar la atención de la actriz, quería decirle de una manera velada cómo la hacía sentir, y aquel pasaje era perfecto para ello.

Los últimos días antes del regreso a las clases habían sido horribles. Una tortura. Al principio se había arrepentido de mandar aquel mensaje. Poché no contestó de inmediato. Pero lo hizo después. A las cuatro de la mañana, cuando la noche tocaba a su fin y sus esperanzas también. Tras este se sucedieron una serie de mensajes, nunca una conversación. Al principio eran cautelosos por ambas partes, un tira y afloja muy propio de ellas, como si Poché necesitara asegurarse de qué significaba esa toma de contacto por parte de Calle tras su decisión de no seguir adelante y Calle estuviera tanteándola. Con el paso de los días esos mensajes fueron subiendo en intención e intensidad, reconduciéndolos hacia un claro flirteo, sobre todo por parte de Poché, que se había dedicado a tensar tanto la cuerda que, cuando por fin terminaron las vacaciones, Calle se encontraba tan desesperada que sentía que le debía una. La lectura de ese pasaje era su particular venganza y, a juzgar por la manera en la que Poché la estaba mirando, supo de inmediato que su plan había surtido efecto.

No obstante, no tardó en sentirse como el cazador cazado. Calle casi se ruborizó al verse observada de aquella manera. La actriz la estaba mirando con deseo, desesperadamente, podía notarlo. La tensión podía cortarse con un cuchillo y sintió que la temperatura de su cuerpo subía varios grados. Maldición. ¿Cómo lo hace? Bastaba con una mirada suya para que Calle estuviera excitada hasta el punto de tener que cruzar con disimulo las piernas para mitigar el punzante dolor que había empezado a latir en su entrepierna.

—Como ven— siguió diciendo, procurando con todas sus fuerzas no dejar traslucir la turbación que sentía, —el auge de la novela en el siglo dieciocho produjo una gran cantidad de literatura erótica. Una de las más famosas del género es Fanny Hill, de John Cleland, de la que acaban de escuchar un pequeño extracto— les explicó, en su tono más profesional.

Había leído mil veces aquel pasaje, pero hacerlo delante de Poché había sido como leerlo por primera vez. Sentía las mejillas y el cuello ardiendo.

— ¿Alguien puede explicarme qué quiere decir Cleland cuando afirma que el sexo entre Fanny y Phoebe es «más la sombra que la sustancia de cualquier placer»?

La reacción de los estudiantes a su pregunta fue exactamente como había esperado. Los alumnos sentían demasiada vergüenza y nadie quería romper el hielo. Calle observó que la mayoría estaba intentando esconder la sonrisa nerviosa que les producía haber escuchado a su profesora recitar aquel pasaje erótico.

— ¿Nadie? — preguntó de nuevo.

Un chico de la penúltima fila levantó tímidamente el brazo, aunque lo bajó enseguida. Calle le hizo un gesto con la mano para que se animara a contestar, pero el estudiante se hundió en su asiento, como si se lo hubiera pensado mejor. Entonces Poché levantó el brazo.

Esto va a ser interesante.

—Adelante, señorita Guzmán— la animó, esforzándose por reprimir la sonrisa que quería asomar a sus labios.

—Quiere decir que en el siglo dieciocho el sexo entre dos mujeres no se consideraba sexo «real»— explicó la actriz, poniendo dos comillas en el aire con sus dedos al pronunciar esa palabra. —Los escritores y el público de la época no creían que se pudiera tener sexo sin que hubiese penetración, aunque en mi opinión eso demuestra que no tenían ni idea de lo increíble que es el sexo entre dos mujeres.

El Secreto De NadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora