Poché no estaba de humor para discutir con Will el resultado de la entrevista. Lo único que deseaba era salir de la biblioteca y encerrarse en su cuarto. Tal vez hablar con Marley y contarle lo que había ocurrido con Calle.
Podía notar perfectamente la adrenalina recorriendo su cuerpo, pero era incapaz de descifrar si lo que sentía era tristeza o enfado. Tan pronto como acabó la entrevista, se despidió de Mario con un gesto de la mano. Él intentó agarrarla por la cintura para darle un beso, pero Poché se zafó casi al instante con la excusa de que tenía que prepararse para la fiesta de preboda que tendría lugar aquella noche.
Salió al vestíbulo como una exhalación, esquivando a la gente que daba los últimos toques a la decoración de la boda. Poché no tenía ni idea de lo que estaban haciendo, pero Marley les estaba dando instrucciones desde lo alto de la escalera y, cuando ella tomaba el mando, enseguida se relajaba.
Había tanta gente en el vestíbulo que prefirió coger un atajo y atravesar el jardín para dirigirse a su habitación por un ala de la casa menos transitada, pero se arrepintió de inmediato.
Le vio nada más cruzar la puerta que conducía al patio. Poché dedujo enseguida que la persona con la que Sebas estaba hablando por teléfono era Calle, porque parecía irritado y triste al mismo tiempo. Hacía aspavientos con las manos y de vez en cuando se levantaba de la silla en la que estaba sentado, para volver a dejarse caer, mesándose el pelo con desesperación. Su primo era, posiblemente, la persona a la que menos le apetecía ver en ese momento, pero la conversación no duró mucho y él ya la había visto, así que no tenía escapatoria posible.
Sebas se despidió, tiró el teléfono con desgana sobre la mesa que tenía al lado y sacó del interior de su chaqueta un paquete de tabaco. Se encendió un cigarrillo y le dio la primera calada mientras dejaba que su mirada se perdiese en el horizonte. Poché se acercó a él. Posó las manos en sus hombros y empezó a masajearlos con cariño.
—Tú no fumas— le dijo.
Sebas miró hacia arriba y le sonrió con tristeza.
—Ahora sí— contestó, tendiéndole el cigarrillo.
Poché se sentó en la silla de al lado, dio una calada e hizo una perfecta y redonda voluta de humo.
—Calle se ha ido.— Se trataba más de una afirmación que de una pregunta, pero Sebas igualmente respondió con un escueto «sí». —¿Cómo estás?
Él se encogió de hombros y le dio otra calada al cigarrillo.
—No entiendo nada, ¿sabes? Antes de venir estábamos bien y, de repente... ¡BAM! Todo se tuerce— dijo, golpeando la mesa con la palma de la mano. —Pero la culpa es mía por insistirle en que viniera. Me precipité y la he asustado, eso es todo.
Que Sebas se culpara a sí mismo de lo que estaba ocurriendo era más de lo que Poché podía aguantar. Abrió la boca para contárselo todo, sin importarle las consecuencias, pero en el último momento recordó la promesa que le había hecho a Calle.
Se lo prometiste, Poché.
—A lo mejor las cosas cambian cuando vuelvas a la ciudad.
—Me parece que van a ser iguales, Pochas.
—Al menos, te veo muy entero.
— ¿Y qué más puedo hacer? Me jode admitirlo, pero ella no está enamorada de mí. ¿Te lo puedes creer? ¿Cómo es posible que no esté enamorada de mí?— bromeó Sebas, sacando pecho y riendo melancólicamente. Poché le dio un golpe amistoso en el brazo.
— ¿Te lo ha dicho?
— ¿El qué? ¿Que no está enamorada?
Poché asintió.
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El Secreto De Nadie
Teen FictionDaniela Calle se da cuenta de que los sentimientos por su novio Sebas no son tan fuertes, cuando acuden a la boda de la prima de él, con ella siente una conexión inmediata ¿será deseo o admiración?... Adaptación de un Libro.