Capítulo 9

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Capítulo 9

Sebas bufó mientras intentaba maniobrar el coche en el atestado aparcamiento público de la playa. Su intención había sido llegar por lo menos dos horas antes para tener sitio donde aparcar, pero la tía Marla había insistido en que desayunaran juntos para discutir varios detalles del ensayo de la boda.

Salió del coche tras comprobar en el espejo retrovisor que su pelo estaba bien colocado y se dirigió al maletero para coger los utensilios de playa, intentando ignorar a los adolescentes que merodeaban entre los coches con sus monopatines.

Hacía un día estupendo y Sebas estaba deseando pasar un rato a solas con Calle. Creía de veras que así podría suavizar la tirantez que existía entre ellos desde que habían llegado a la casa. Para él la clave estaba en alejarse lo máximo posible de su familia para que Calle no se sintiera presionada.

Aquella era una de las mejores playas de la zona. Tenía el abrigo necesario los días de viento y no era excesivamente calurosa cuando el sol apretaba como lo hacía aquella mañana. Si el tiempo continuaba así, Poché y Mario iban a tener suerte con la boda.

Colocaron sus cosas en el único espacio que quedaba libre cerca de la orilla, al lado de una familia con cuatro niños, que por fortuna parecían estar bien educados. Sebas extendió las toallas y empezó a echarse loción protectora en el pecho y las piernas. Le ofreció a Calle el bote de crema, que esta aceptó en silencio, dedicándole una media sonrisa. Pero una vez más no fue capaz de mediar palabra.

Calle había permanecido callada todo el día. Su mente se había convertido en un disco rayado que regresaba una y otra vez a la noche anterior, a su velada con Poché, a sus palabras.

«Calle, en el fondo tú y yo no somos tan diferentes —había dicho ella. —Lo único que nos hace distintas es que tú sigues intentándolo y yo me he cansado de esperar a que llegue la persona correcta.»

¿Y si Poché tenía razón? A lo mejor ella tampoco estaba predestinada a encontrar el amor de su vida y simplemente tenía que conformarse. A lo mejor ese era el camino más directo a una felicidad que hasta entonces no había encontrado. Ahí estaba su currículo amoroso para demostrarlo. Calle tenía a sus espaldas una respetable lista de relaciones fallidas. Había salido más o menos en serio con una decena de hombres, todos diferentes unos de otros, pero con una cosa en común: ninguno había conseguido hacerle sentir algo que distara del cariño propio del roce diario entre dos seres humanos. Se había encontrado a gusto a su lado y el sexo le resultaba satisfactorio, pero el resultado siempre era el mismo: al final se daba cuenta de que volvía a estar atrapada en una relación que no significaba demasiado para ella.

Se trataba, además, de un proceso bastante repetitivo, que solía seguir unas ciertas pautas. Una mañana cualquiera Calle se despertaba y descubría que su manera de sentir era completamente diferente a la del día anterior, como si ya no estuviera a gusto con su propia piel. A partir de ese momento, cuando miraba con detenimiento a su pareja, descubría que ya no encontraba en él ni un solo motivo para seguir invirtiendo tiempo y esfuerzo en esa relación. Entonces se convertía en una auténtica cirujana del amor. Sacaba el bisturí y realizaba un corte limpio y quirúrgico, sin echar la vista atrás, sin que le temblara el pulso. Así había sido siempre y así parecía que iba a terminar también su relación con Sebas. Y por eso se encontraba tan callada, aunque fuera consciente de lo injusto que era para él tener una compañía muda, monosilábica.

Calle sentía que la lengua se le atoraba cada vez que intentaba encadenar más de dos palabras consecutivas. Para rematarlo, los temas de conversación que Sebas sacó durante el trayecto en coche no le interesaban en absoluto, por lo que prefirió escuchar y ser lo más asertiva posible para compensar su falta de entusiasmo.

El Secreto De NadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora