Capítulo 21

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Al segundo día de clase Calle se sentía mucho mejor, más preparada para afrontar lo que se le venía encima. Paula tenía razón. Lo mejor que podía hacer era tranquilizarse, comportarse de manera natural y dejar que las cosas fluyeran hasta que sus sentimientos fueran más claros. En aquel momento todo era oscuro y confuso, pero las cosas acabarían encajando en su sitio; lo único que necesitaba era un poco más de tiempo.

Por lo pronto, quedaba claro que había química entre ellas dos. Y también estaba claro que contra eso no podía luchar. Por alguna razón, cada vez que veía a Poché se sentía nerviosa, fuera de su zona de confort, amenazada. Pero confiaba en que la rutina de verla a diario la haría acostumbrarse a esta montaña rusa de emociones y más temprano que tarde volvería a llevar las riendas de la situación.

Pensar en ello la hizo sentirse un poco más segura cuando cruzó por segunda vez la puerta del aula 212. Calle caminó con decisión hasta la mesa del profesor, evitando mirar hacia el extremo de la clase en el que Poché se había sentado el día anterior. Saludó brevemente a los estudiantes y les pidió que abrieran sus libros de texto por la página treinta y dos, que era la que siempre utilizaba para empezar el curso. Entonces llegó el momento. Tenía que despegar los ojos del libro y mirar directamente el aulario. Calle hizo una cuenta atrás. Tres, dos, uno... y levantó por fin la cabeza. Pero no había ni rastro de Poché.

La actriz no estaba en el pupitre del día anterior, cerca de la tímida estudiante de coleta y grandes gafas, ni tampoco en ningún otro. La buscó entre el resto de los estudiantes, sin suerte alguna. Simplemente, no estaba. Había decidido no ir a clase.

Al principio, el descubrimiento no le afectó demasiado. Fue incluso un alivio. Eso le permitía afrontar la situación desde un ángulo diferente, más relajada, de manera más natural, como siempre había hecho. Pero entonces empezó a formarse en su interior una sensación de vacío, casi de pérdida. Era un hueco enorme y oscuro, que estaba creciendo a gran velocidad en el centro de su pecho. La ahogaba. Le impedía respirar con normalidad.

Poché no estaba. ¡No estaba!

Pensó entonces que su ausencia podía deberse a mil causas: un retraso, un recado de última hora, bajo instinto de responsabilidad o incluso una urgencia. Sin embargo, algo le decía que todo eso no eran más que excusas que se ponía a sí misma. Poché no había ido a clase ese día porque se lo había pensado mejor, porque ella no había reaccionado de la manera que esperaba. Sabía que cuando Poché quería algo lo quería ya y ahí acababa todo.

De todos modos, ella era una profesional. Y los estudiantes estaban esperando sus instrucciones, así que hizo acopio del último miligramo de fuerza de voluntad, se ajustó la montura de sus gafas y empezó a impartir la clase, permitiendo que sus palabras arrastraran a Poché muy lejos de su mente.

Cuando llegó la hora de la comida, se alegró al comprobar que la cafetería de la universidad estaba llena de estudiantes. La tristeza inicial por la ausencia de Poché había dado paso a la melancolía, y casi agradeció que los estudiantes estuvieran armando ruido. Eso le impediría caer en un estado de introspección nada recomendable en su situación actual.

Se puso en la cola y cogió una bandeja para pedir algo de comer. Observó el comedor buscando a alguno de sus conocidos, pero no había nadie con quien realmente le apeteciera comer. Tenía la posibilidad de sumarse a los profesores del departamento de Filosofía, pero sus charlas solían ser bastante profundas y ese día no estaba de humor para aguantarlas. Para su sorpresa, cuando ya casi se había resignado a comer sola, alguien le habló a sus espaldas.

—Hola.

Cuando se giró vio que se trataba de Sebas, que acababa de coger una bandeja para ponerse a la cola, justo detrás de ella.

El Secreto De NadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora