Capítulo 22

3.8K 218 9
                                    

Poché no era una persona de guardar reposo. Llevaba varios días metida en la cama, pero ya estaba aburrida de estar allí tumbada. Le dolía la espalda, la televisión seguía emitiendo los mismos programas aburridísimos de siempre y estaba muy enfadada consigo misma por haberse puesto enferma la primera semana de clase.

Miró su teléfono una vez más. ¿Cuántas veces lo había hecho durante los últimos días? Había perdido la cuenta. Sabía perfectamente que Calle no iba a llamarla, pero aun así no podía evitar mirar compulsivamente el móvil para asegurarse de que no lo hubiera hecho. Poché siempre había odiado la intranquilidad que acompañaba a las nuevas tecnologías. Las cosas eran más sencillas antes, cuando todo se resolvía a través de un teléfono fijo y nadie tenía que estar pendiente de aquel dichoso aparato cada pocos segundos.

Estuvo haciendo zapping, pero después de revisar más de trescientos canales ya había tenido suficiente. Aquel día se encontraba un poco mejor: ya no tenía fiebre y se dijo a sí misma que era hora de salir de la cama. Tenía los pies metidos en las enormes zapatillas de casa de Sebas cuando su móvil empezó a sonar. Reaccionó con la misma impaciencia con la que había contestado a todas las llamadas que había recibido esos días. Se lanzó en picado sobre la mesita de noche y descolgó el teléfono con el corazón en un puño.

— ¡Hola! ¿Cómo estás?— dijo la inconfundible voz de Marley al otro lado de la línea.

—Oh, hola, Marley.

—Vaya. Yo también me alegro de hablar contigo, extraña.

—Perdona. Es que estaba... — ¿Qué era lo que esperaba que ocurriera, exactamente? ¿Que Calle cruzara la puerta? ¿Que la llamara para interesarse por su estado de salud? ¡Si ella ni siquiera sabía que estaba enferma!. —Nada, déjalo. Era una tontería.

—Estabas esperando la llamada de otra persona— adivinó Marley.

La actriz guardó silencio.

—Poché, no hace ni dos semanas que os habéis vuelto a encontrar. Dale tiempo.

Poché bufó ruidosamente, apartándose un mechón de la cara.

—Ya lo sé, Marley, pero esperar no es lo mío. Además, esto de tener que estar metida en casa me está matando.

—Al menos suenas un poco mejor. La última vez que hablamos parecías una fábrica de mocos— comentó su amiga. —¿Quieres que vaya?

Poché miró su reloj.

—Quizá más tarde. Will me dijo que se pasaría por aquí, aunque ya estoy cansada de esperar. Tenemos una conversación pendiente sobre el futuro.

— ¡Ah, el futuro...! — dijo Marley con sarcasmo, unos segundos antes de que sonara el timbre del portero automático.

—Ya está aquí— anunció Poché, levantándose. —Te llamo luego, ¿vale?.

—Ok. Ya me contarás. Buena suerte.

Sonrió y colgó. Tanto Marley como Poché sabían que Will únicamente le hacía visitas cuando quería algo. O cuando su imagen pública se resentía. Pero la prensa estaba calmada aquellos días, así que no podía ser eso. Ahora tenía que descubrir qué se traía su publicista entre manos, y estaba a pocos minutos de hacerlo.

Will salió del ascensor sonriendo, con los brazos abiertos de par en par, en un gesto que le resultó exageradamente afeminado. Si no hubiera sido por su amplio historial con las mujeres, en ocasiones como esa Poché no hubiese puesto la mano en el fuego por su completa heterosexualidad.

—Hola, Will— le saludó con sequedad, permitiendo que él la rodeara con sus brazos. Las gigantescas manos de su publicista la apretaron contra su cuerpo, haciéndola sentirse muy pequeña a su lado.

El Secreto De NadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora