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—¡Maldita sea! —gritó dolorido.

—¡Cállate! ¡Ya casi llegamos al auto!

Eunwoo arrastraba a Kihyun por la acera. Con dificultad hizo que se pusiera de pie para luego pasar su brazo por su espalda y ayudarlo a caminar.
Un par de disparos rompieron el cristal a sus espaldas. Eunwoo se encogió al escuchar el agudo sonido y empujó a Kihyun contra el auto para protegerlo.

—¡Abre la maldita puerta!

El mayor obedeció y abrió con dificultad mientras Eunwoo echaba un vistazo. Dos autos policiacos se acercaban al lugar. El sonido de las sirenas y las luces bicolores hicieron que la adrenalina se apoderara de su cuerpo.
Empujó a Kihyun en el asiento e ignoró sus quejidos e insultos. Rodeó el auto hasta llegar al asiento del piloto y encendió el motor lo más pronto posible.

—¡Carajo! ¡Esto duele! —Se quejó por enésima vez.

Eunwoo pisó el acelerador en el momento exacto en el que los autos llegaron al lugar. Dobló en la primera calle que vio sin importarle el sentido vial. Las bocinas de los autos sonaban en coro, quejándose por la violación a las reglas de tránsito.
Los ojos de Eunwoo buscaban con desesperación algún atajo o lugar para perder a los policías, pero no encontraba ninguno.

—Eunwoo, me estoy muriendo.

El castaño desvió la vista de la calle y observó la herida de su compañero. La ropa negra de Kihyun cambiaba de tonalidad justo en la zona de la herida, convirtiendo la prenda en un tono mucho más oscuro. Vio cómo el asiento color arena estaba manchado de ese característico tono escarlata. Las lágrimas inundaron sus ojos y la desesperación salió a flote. Kihyun sí estaba muriendo, no era otra de sus exageraciones.

Un disparo rompió el cristal trasero del Chevy Swing color vino. Eunwoo se encogió de hombros para evitar ser herido por las balas y observó por el retrovisor. Tres autos policiacos los perseguían y aún no encontraba un atajo para llegar a su departamento.

—Toma la carretera —Kihyun habló con dificultad—. Vamos a la casita.

—¿Qué? No. —Volteó a verlo por unos segundos—. Está muy lejos, además no podré curarte.

—¡Hazme caso, idiota! —Soltó un grito de dolor para luego patear el tablero con una de sus botas militares—. Maldita sea, Woonie, por favor.

Eunwoo asintió y observó a su alrededor. Vio la salida hacia la carretera y dio un volantazo para seguirla. Pisó el acelerador y maniobró un poco hasta llegar a la carretera, algunos autos iban en la misma dirección y trató de no golpear a ninguno para poder seguir su camino.

Los constantes quejidos de Kihyun eran una tortura para Eunwoo. Deseaba llegar lo más pronto posible para terminar con el sufrimiento del mayor.

—Es aquí, es aquí.

Kihyun señaló un pequeño árbol y Eunwoo giró el volante para dirigirse hacia él. El auto descendió por el barranco hasta que se impactó contra un árbol.
Eunwoo sacudió su cabeza aturdida y observó el capó. Estaba totalmente abollado y partido a la mitad.

—Tenemos que caminar, ayúdame.

Eunwoo abrió la puerta y salió del auto sintiéndose totalmente mareado y desorientado. Tambaleó un poco hasta caer de rodillas entre la tierra y hojas secas. Arrancó el pasamontañas de su cabeza e inhaló profundamente. Sintió un leve ardor en la comisura de su boca y pasó la punta de su lengua sobre el área herida. El sabor metálico inundó su boca e hizo una mueca al sentir el viento contra la herida.
Se levantó del suelo y caminó hacia el auto. Abrió la puerta y vio a Kihyun con los ojos cerrados y las manos sobre su herida. Logró sacar el cuerpo del mayor con dificultad y pasó uno de los brazos de Kihyun sobre su cuello para luego rodear la cintura del pelirrosa y caminar hacia el bosque.

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