Capítulo 31. A casa

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—Al fin te encontré —dijo la persona a mis espaldas, su voz era un escalofriante susurro.

Él era tal como lo habían descrito, como lo recordaba: Un engendro, una demente abominación. Su aura era temible, todo él era aterrador, su sola presencia seguramente haría temblar a cualquiera, tal como yo lo estaba haciendo. Me miraba fijamente con una turbada sonrisa en el rostro.

Tenía miedo de él, estaba aterrada. Me tomó por los hombros y con una mano rodeo mi cuello, su tacto era anormalmente frío, me ahorcaba, me quemaba.

—E... Eddy— lancé un quejido.

El chico que aún se encontraba arrodillado junto a Omar volteó y se quedó en shock por unos segundos frente a la sombría figura. Se incorporó lentamente, seguido por un tambaleante Omar, ambos alerta por cualquier movimiento de Erik.

—Déjala ir —pidió Omar— ella no tiene nada que ver contigo.

Erik soltó una risa carente de humor y los miró como si ellos no fueran más que basura. Los ignoró.

—Tu enamorado— susurro en mi oído— me ha causado muchos problemas. Tu muerte le enseñará a no meterse en mi camino.

Sentía como su fría mano se iba cerrando alrededor de mi cuello para romperlo, me iba a matar, lo sabía, no había escapatoria, iba a morir. Cerré los ojos, no quería ver la expresión aterrorizada de Eddy y Omar al verme morir, pero... no quería morir, no aún.

—E... Erik, por favor...— supliqué con lágrimas resbalando por mis mejillas.

Si había algo en su corazón, cualquier cosa por muy mínimo que fuera que le recordara el tiempo que habíamos pasado juntos, a eso apelaría. Suplicaría por piedad, por mi vida. Pero él no vaciló y apretó con más fuerza mi cuello.

Entonces ambos fuimos empujados con una fuerza brutal sobre el suelo. Eddy se había lanzado sobre nosotros y golpeaba a Erik en el rostro, su cara se movía al lado del que recibía cada impacto, pero él no se turbó, aun me sujetaba y mantenía su retorcida sonrisa, incluso cuando su boca y su nariz comenzaron a sangrar.

Omar se deslizó junto a mí y clavó una navaja en la mano que me sujetaba, pero eso sólo hizo que la sonrisa de Erik creciera.

Erik sin esfuerzo se puso de pie, como si nada ni nadie lo hubiera molestado y arrojo a Eddy sobre la pared, Omar apuñalo varias veces más el agarre sobre mi cuello mientras yo lanzaba codazos. No funcionó, me empezaba a faltar el aire. Entonces Omar dejó de intentar liberarme y de un salto se trepó sobre Erik hasta sus hombros, puso las dos manos sobre su cabeza y la apretó. Erik lanzó un quejido y aflojó su agarre, momento que Eddy aprovechó y de un tajo limpio cortó su brazo desde el codo. El brazo cayó, al igual que el cuchillo de cazador que sostenía Eddy. Quedé libre.

—Sácala de aquí —gritó Omar sentado sobre los hombros de inmóvil Erik que ni siquiera había gemido, tal vez ni siquiera había notado que le faltaba un brazo, tenía la mirada vacía y una mueca destrozada en el rostro.

Eddy no esperó ni un instante, me tomó de la mano y corrimos, tal como el día de la fuente, pero esta vez Eddy no reía como tonto, ni corría un poco encorvado, sino que sus pasos eran seguros y su agarre era firme.

—Tenemos que buscar ayuda— dije— va a matar a Omar.

—Él estará bien.

—No, no estará bien, es un niño ¡Ayuda, alguien ayúdenos! —grité y enseguida escuché pasos acercándose, Eddy de inmediato puso una mano sobre mi boca y nos escondimos detrás de un contenedor.

—Silencio, guarda silencio —pidió— no hagas que el sacrificio de Omar sea en vano.

Su voz había cambiado, ya no era boba ni chillona sino firme y varonil. Él estaba irreconocible, su expresión era astuta y ágil al igual que sus movimientos, incluso su desgarbada figura había cambiado por una más alta y atlética.

El Linaje Maldito: StellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora