Capítulo 48. Plan de escape

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—Vamos, tú puedes— gritó Erik tratando de alentarme, pero solo lograba que perdiera la concentración.

La daga que tenía en la mano salió volando, quedando a pocos centímetros del centro. Yusuke, el niño que estaba a mi lado, sonrío con burla y con mucha habilidad lanzó su daga acertando en el blanco.

—Maldito niño arrogante— murmuré. Ya era vergonzoso tomar la clase de armas con niños pero ser la peor del curso era el colmo. ¿Qué pasaría si le lanzaba una daga en la cara a Yusuke para borrarle esa sonrisa? Ok, no, pero de verdad y con gusto le daría una paliza.

Las clases terminaron, la de armas era la última del día. Tomé mi bolso lleno de libros y algunas dagas y arrastré los pies hasta donde estaba Erik platicando con Ulric, el profesor. Estaba enojada, ya tenía un meses tomando clase en la escuela pero aún no podía acertar en el blanco, ni con una pistola ni con un cuchillos, ni con nada.

—No te desanimes —dijo Erik— hoy casi lo logras, has mejorado mucho.

No le hice caso, seguía molesta, aunque era verdad que había mejorado mucho. Yusuke pasó corriendo a mi lado con otros tres niños, todos aparentaban 10 años, de repente los malditos mocosos se dieron la vuelta y me mostraron la lengua.

—Ya verán, banda de delincuentes —grité— mañana toca clase de defensa y pelea cuerpo a cuerpo, les daré una ... ¡No Corran! ¡¿Les daré una paliza, me oyeron?!

—Creo que trataban de molestarme a mí —dijo Erik tranquilamente caminando a mi lado —A ese tal Yusuke le gustas

—¿Qué? no seas ridículo, le triplico la edad.

—¿Y eso qué? él puede gustar de ti. De hecho, creo le gustas a todos los niños de tu clase. —Rodé los ojos.

—¿A qué has venido por cierto?

—Hoy darán de alta a Dragomir, pensé que te gustaría darle la bienvenida a su nueva casa.

Después de varias semanas en el hospital, al fin Dragus se había recuperado, pero dudaba que él llamara casa al lugar que le asignaron en el campamento. Ambos, Dragus y yo, estábamos a cargo de Whillem por lo que teníamos que vivir en su casa. Yo ya me había instalado ahí unas semanas atrás y ahora era su turno.

Llegamos al hospital a tiempo para verlo salir por la puerta, tenía un aspecto abatido y caminaba como alguien derrotado, además tenía puesta la misma ropa de cuando habían atacado la mansión de Rumania, por lo que tenía agujeros y raspones. Al vernos recobró la compostura un poco y arrugó el entrecejo.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó molesto— puedo encontrar mi nueva prisión yo solo.

—Ya te he dicho que no eres prisionero —dijo Erik— cuando quieras puedes irte.

Dragomir y yo nos miramos, ambos sabíamos que no tenía un lugar a donde ir y si abandonaba este lugar sin duda estaría muerto, porque seguramente ya había una recompensa por su cabeza.

Caminamos en silencio hasta llegar a la casa. La pequeña vivienda solo tenía tres habitaciones, la de Erik, la mía y la de Whillem. Y como no había otra habitación para Dragus, Erik y yo habíamos movido las cosas de Erik al cuarto de Whillem (después de todo él nunca se encontraba en casa), para que Dragus ocupara su habitación.

—¿Y bien que te parece? —preguntó Erik al mostrarle la habitación —puedes arreglarla como quieras para que estés cómodo.

Dragus entró y vio la habitación con una cama, un escritorio y un ropero. Pero me di cuenta que, al igual que yo, sintió un vacío al ver la habitación, y ahora que lo pensaba, él no tenía nada con que llenarla, lo había perdido todo o tal vez nunca había tenido nada. Nunca me había preguntado cómo había sido la vida de Dragomir hasta ahora, entre misión y misión, perder a tus compañeros todo el tiempo.

El Linaje Maldito: StellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora