Capítulo 8. ¿Celos?

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¡Corre, hay una serpiente!gritó alguien.

Estaba en medio de una verde pradera recolectando flores cuando escuché la llamada de advertencia. Intenté huir, pero una gran cobra dorada se interpuso en mi camino.

¡Stella, corre! gritó la voz.

Era inútil, mis pies estaban paralizados, la cobra subió lentamente por mis tobillos, arrastrando sus lisas escamas por mi piel hasta llegar a mi cuello.

Intenté quitarla, pero fue imposible, estaba firmemente enrollada, el aire me empezaba a faltar, traté de gritar, pero mi voz no salió, me estaba estrangulado. Caí al suelo de rodillas jadeando. De repente escuché chillidos a mi alrededor. Las flores se estaban convirtiendo en horribles ratas calvas que subían por todo mi cuerpo, arañándome con sus afiladas garras.

Con dificultad me puse de pie, fue cuando me di cuenta de que todo se había vuelto tétrico. El paisaje verde de cielos azules se había desvanecido y fue sustituido por un terrible cielo rojo y tierra gris.

El aire me faltaba, ya no podía respirar ni tampoco correr, otra vez intenté quitarme la serpiente del cuello, pero ya no estaba, había sido remplazada por un par de manos que me estrangulaban con una fuerza brutal.

Frente a mí, estaba un chico de cabello oscuro y ojos saltones, sonriendo desquiciado. Detrás de él, estaba el hombre de la fotografía, Whillem, sonriendo.

Suéltame maldito degenerado intenté maldecir, pero mi boca apenas se movió.

Desesperada, comencé a lanzar golpes, pero ninguno parecía afectar al chico. Pasarón momentos que me parecieron eternos, tenía los ojos inyectados de sangre por la falta de aire en mis pulmones. Estaba perdiendo la conciencia, a punto de rendirme cuando de repente escuché una voz que decía:

No tengas miedo, yo te protegeré...

—Señor... Señor —alguien tocó mi hombro —señor —volvió a decir la voz.

Abrí los ojos y me di la vuelta en mi asiento, mostrando mi malhumorada cara.

—Mis disculpas señorita— dijo una voz con amabilidad fingida.

Arrugue la cara, era la azafata.

Desde que Tasha se había ido, no tenía otra opción más que usar las cosas de Dragomir. Podía figurar un estilo tomboy, pero confundirme con un hombre era demasiado. Estaba segura de que está chica lo había hecho a propósito.

—Disculpe si la he despertado —continuo la rubia mujer— pero es hora de la comida.

Llevaba 13 horas viajando y estaba muy cansada, quería dormir no comer. La miré irritada esperando que comprendiera cuanto la detestaba yo también.

—Yo pediré por ella —dijo Richard bostezando.

Señalo unas cosas del menú y de inmediato se las entregó con una sonrisa.

—Vamos, princesa come un poco —puso un plato de comida frente a mí, ignorando por completo a la azafata— cuando termines puedes volver a dormir, aún faltan tres horas para aterrizar.

Lo miré molesta, después miré la comida frente a mí.

—Esto se ve asqueroso ¿Qué es?

—La sopa se llama borsh —dijo señalando cada no de los alimentos— estas son pelmeni están rellenos de carne, algo de ensalada y para beber Mors... ya sabes, aerolínea rusa.

Torcí la boca y miré el planto de Richard, tenía lo mismo excepto que el bebería vodka (lo envidie, yo tenía el menú de niños). Tomé el tenedor y pinché una de las pequeñas empanaditas.

El Linaje Maldito: StellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora