Capítulo 29. Lo caído que no vuelve

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¿Qué era?... Yo no pude responder.

Sabía lo que era, lo que me habían dicho que era, pero no lo aceptaba. Me negaba a ser el monstruo de las pesadillas de este chico. Entonces pensé en Richard, él no tenía problemas en ser un monstruo devora humanos, siempre lo había sido pero yo... ¿también lo era? Sí, Gigi lo había confirmado.

Soy un Monstruo.

Mi vista se desplazó al chico que me miraba con precaución, conservando un tinte de terror en su mirada. Sentí lastima, no por él sino por mí, cuantas personas me habían mirado de la misma maneras antes y cuantas más lo harían.

—Ya te lo dije, soy Stella, Stella Lefebvre —respondí tratando de tranquilizarlo.

—No, no es cierto ¿Quién eres?

—Soy tu amiga no te haré daño —estiré una mano para tocarlo, pero el cerró los ojos asustado— no soy mala persona, te lo juro.

¿Por qué mi voz se escuchaba suplicante? ¿Y por qué necesitaba desesperadamente que él me creyera?

—¿Tú... vas a comerme?

—No, yo jamás haría eso.

—¿Vas a comer a otra persona?

—Yo no como personas.

—¿Pero tu amigo sí come personas? —no respondí— tú amigo es mala persona, él es malo. Yo lo sé.

—Él no es mala persona, sólo que... —¿Qué? ¿tenía que hacerlo? ¿no podía evitarlo? ¿no era humano? Intenté por otra vía. —Richard es cariñoso, amable, buen amigo...

Me detuve porque pensándolo bien, era así con Dragus y conmigo, y con Weston tal vez. Sólo lo había visto interactuar con personas como nosotros, pero con las demás personas ¿cómo se comportaba? Como si no existieran.

—Tú dices eso porque no lo conoces— traté de defenderlo.

—¿Y tú sí? —preguntó mordaz. Por un momento su tono de voz cambió, se escuchó duro, reprochable.

—Por supuesto, lo conozco de toda la vida. Él no es malo.

¿Por qué no me escuchaba convencida?

—¿Entonces tú no vas a comerme? —volvió a preguntar. Lo negué— ¿tú no comes humanos? —volví a negar con la cabeza— ¿y somos amigos? —asentí— ¿segura, segura, segura que no comes amigos?

Resoplé, fastidiada.

—Sí te como seguramente me va a dar diarrea por un mes— él se partió en risa —¿Sí te compro comida vas a creerme?

Él sonrió de una manera tan radiante que su miedo pareció haber sido solo una ilusión. 15 minutos después ambos estábamos sentados en una banca del parque comiendo pasta y tomando sangría.

—¿Qué llevas ahí? —pregunté al notar una cangurera alrededor de su cintura.

—¿En esto? —señaló la bolsita y la abrió —guardo mi tesoro.

Una hoja doblada, una vieja cuerda de zapato, un trozo de espejo, comida podrida en una bolsa ziploc, un trozo sucio de tela, un dulce, una pelusa de cabello y un montón de basura más. Dijo algo y sonrió, pero yo no le presté atención porque algo en medio de toda esa basura llamó mi atención, un pequeño objeto redondo y negro.

—¿De dónde sacaste esto? —pregunté tomando el Dispositivo de Frecuencia Electromagnética [Nota: si olvidaste que es ve al capítulo 7].

—¿Está cosa? Un chico aterrador lo tiró, quise devolverlo, pero de verdad daba miedo, iba todo de negro y tenía una expresión horrible en el rostro —lo tomó entre sus dedos admirándolo —Aún no sé qué es pero se ve chulo ¿verdad que sí?

El Linaje Maldito: StellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora