Capítulo 41. Inconsciente

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Sentí la caricia de una mano sobre mi cabello, quien quera que fuera me tocaba de una manera delicada y suave, casi como si tuviera miedo de romperme. Sentí su viva mirada recorriendo mi rostro, susurrando... una canción.

La luna se levantó,
Las estrellitas de oro brillan
En el cielo luminoso y claro...

Ah, esa canción, la misma canción, pero se escuchaba diferente, como si algo dentro del que cantaba se estuviera rompiendo.

—¿Cómo sigue? —preguntó alguien. No hubo respuesta— pronto despertará, ve a descansar no has dormido en varios días.

—No —respondió una voz masculina, era familiar pero no estaba segura de quien se trataba —quiero estar aquí cuando abra los ojos.

—Ella está en coma... —por varios segundos hubo silencio— Hazme caso, ve a descansar, no querrás que lo primero que vea sea esa horrible cara.

No hubo respuesta, después de unos momentos se escuchó una puerta cerrarse y la voz familiar volvió a su canto.

¿Ves la luna, allá arriba?
Solo se ve la mitad
Y mientras tanto es redonda y bella...

De pronto su voz se cortó y lo escuché sollozar. Lloraba amargamente sosteniendo mi mano, sus lágrimas caían en ella sin parar mientras él suplicaba por mi vida. ¿Quién era esta persona que rogaba desesperadamente por mí? Quería abrir los ojos y decirle que estaba bien, que no tenía que preocuparse, pero no podía, mi cuerpo no respondía.

Pasaron varios días o semanas, no lo sé, pero esa persona siempre estaba a mi lado, cantando o hablando como si yo le pudiera responder, nunca se iba. A veces incluso escuchaba otras voces hacerle compañía, pero sólo estaban unos momentos y luego volvía a quedar solo. Pasó tanto tiempo a mi lado que escuchaba su voz como si fuera la mía, conocía su respiración, sus pasos, la caricia de sus manos sobre mi piel, su aroma, su presencia. Era como si viviera a través de él, como si fuésemos uno. Tenía tantas ganas de verlo que empecé a luchar por abrir los ojos.

—Es inútil que te aferres —susurró alguien débilmente —no es quien solía ser, ni siquiera te recuerda.

—¿Quién eres? —dijo él sorprendido —¿Cómo entraste?

—Ella quiere verte —respondió— pero no puede, por eso estoy aquí.

—¿Qué quieres decir, está... muriendo? —sentí un fuerte apretón en mi mano.

—No, sólo está muy débil, la que está a punto de morir soy yo.

—¿Quién eres? —repitió el chico.

—Yo soy quien la protegió cuando fue capturada. Soy un recuerdo.

—¿Un recuerdo de qué? ¿De ella? ¿Cómo es que puedo verte?

—Soy su antigua vida, un fragmento separado de su alma y su mente que está destinado a perderse, pero antes de que eso ocurra quiero contarles lo que pasó... No le haré daño, puedes confiar en mí.

En la habitación reino un pausado silencio, era tan profundo que parecía que nadie respiraba, incluso por algunos segundos creí que había imaginado la conversación, pero de repente él soltó el aire contenido.

—Adelante, hazlo. Pero si haces algo sospechoso te mataré.

La chica sombría soltó aire como si hubiera reído.

Sentí la presencia de la chica sombría y su helada mano sobre mi frente. Enseguida caí en algo parecido un profundo agujero y sombras de colores comenzaron a llenar el espacio negro. Las sombras, parecidas a humo, formaron una fábrica abandonada, era un lugar desolado y tenebroso, con un cielo rojizo que se extendía hasta el horizonte.

El Linaje Maldito: StellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora