Capítulo 20. Podrido

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No podía creer que el hombre que estaba sentado a mi lado fuera mi padre. Se sentía tan extraño, él era un completo desconocido para mí.

Hace apenas unas horas antes lo había conocido, después desatarme de esa silla, restregó mi cara contra su pecho mientras murmuraba melosamente:

—Ya mí niñita, ya estas a salvo, papi acabó con los hombres malos.

Incómodo.

Cuando me soltó, Dragus había desaparecido. Los cuerpos inertes de los dos hombres estaban en nuestros pies, uno estaba decapitado y mi padre tenía el dorso de la mano derecha manchada de sangre.

Al salir de esa bodega, vi a Gigi bailando, vistiendo sólo una diminuta tanga y tacones. Toda ella estaba cubierta en sangre.

—Soy una rosa —gritaba y reía en medio de los cadáveres— Mírenme todos soy una hermosa rosa roja... Ámame desgraciado —pisó la cara de un hombre con su tacón y le sacó un ojo.

Cada pasillo estaba lleno de sangre y restos humanos desmembrados. Habían masacrado a todos. Yo estaba en completo de Shock por ver a mi... (me costaba decir la palabra padre) que no me fijé demasiado en los detalles.

A la salida de esa... ¿fábrica? nos esperaba un cadillac "bestia" (la limusina tanque) y un chófer taciturno que puso una manta sobre mí y nos abrió la puerta.

Dentro del espacioso auto, ya se encontraban Richard y Dragus. Richard al verme suspiró aliviado, pero Dragus parecía perdido en su mundo. En cuanto Gigi entró, nos largamos de ese lugar.

En estos momentos veía a mi padre charlar animosamente con Richard, ambos reían y se ponían al día como los mejores amigos, perecía que la sangre que los cubría no les importaba. Miré a todos. Sí, lo que pensaba, todos estábamos llenos de sangre, incluso el silencioso chófer. Maldición ¿qué pasaba con ellos? Acababan de asesinar a docenas de hombres y estaban como si nada.

—No puedo más— dijo Gigi revolviéndose en el asiento— voy a masturbarme ¿alguien me acompaña?

Todos la miramos, pero nadie pareció sorprendido.

—Si lo vas a hacer, ve allá atrás —respondió mi padre— no quiero que mi niñita vea tus modos.

Odiaba que me llamara así, no era su maldita niñita, ni siquiera lo conocía... Aunque, esto no impedía que sintiera mucha curiosidad por él y no dejaba de preguntarme qué tipo de hombre era.

Tal vez cuando era niña me arropaba por las noches o jugaba conmigo a la pelota, quizá jugábamos a que él era mi príncipe, porque viéndolo bien, parecía ser un caballero refinado, de esos que viven en grandes mansiones y beben vino por las tardes admirando su gran riqueza. Definitivamente, él no parecía el tipo de hombre que juega con niños, él se veía como el hombre que pide a sus sirvientes que se ocupen de sus hijos, sí ese papel le quedaba mejor.

Tenía el cabello y los ojos castaños, era alto y esbelto. Viéndolo detenidamente, Dragus se parecía -en complexión- a él. En otras palabras, mi padre también era guapo, sin mencionar que lucía joven para tener dos hijos casi adultos.

—¿Quiénes son estos malditos? —gritó Gigi desde atrás.

—Yo los puse ahí —contestó Richard.

—Puedes correrte encima de ellos— dijo mi padre.

—Veamos si alguno me sirve, este parece un perro sarnoso y este... —silencio— este no está mal.

—Creo que a uno de ellos lo conoces —dijo mi padre, Gigi no contestó.

Giré la cabeza para ver de quienes hablaban. Eran dos hombres amordazados, a uno lo reconocí de inmediato -Nishim-. No pude ver el rostro del otro.

El Linaje Maldito: StellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora