1: Pistolas y música.

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    Querido Mirio:

   Si todavía estuvieras aquí conmigo, me dirías que no me fuera.
   Me dirías que no me dejase llevar por la tristeza porque la vida es corta y, vayamos donde vayamos, siempre seremos los mismos.
   Pero yo no soy como tú.
   Pienso cada día en la última vez que nos vimos. Yo te grite por culpa de esa música absurda que a ti tanto te gustaba y que a mí en cambio me recordaba un concierto de sartenes y chatarra. Yo te grité, tú te marcharse y nunca más nos volvimos a ver. Sin más.
   Ahora, lo único que te queda de mí son mis insultos, a lo que quizá ya te habías acostumbrado. Por eso necesito decirte las cosas que nunca te dije. Las que no supe decirte porque entonces no tenía más que dieciséis años y pensaba que tendríamos todo el tiempo del mundo. Pensaba que lo nuestro sería un "para siempre".
   Cada vez que pienso en ti me acuerdo de esa música. He traducido todas las letras y me pregunto qué será lo que sucede en el lado oscuro de la luna. Es cierto. Detrás de la fachada luminosa y romántica que nosotros vemos, no hay más que tinieblas. Estoy convencido de que es así.
   Pero la oscuridad está bien. No te ciega, no te hace creer que el mundo es de colores.
   Y lo de marcharse también está bien. He metido poquísimas cosas en la maleta, no quiero que los recuerdos me sigan. Me encantaría llevarme la Vespa conmigo, pero el viaje es demasiado largo. Me gustaría que me acompañases, pero eso también es imposible.
   Por eso voy a coger la vida como venga, con la esperanza de que deje de hacerme tanto daño.

                                             Izuku.

         ☆☆☆☆☆☆☆☆☆☆☆☆☆☆

   - Ya sabes de qué va esto. Tú aceptas. Sin rechistar. Nosotros nos ocupamos del transporte y de la excavación, y luego te entregamos el dinero. Tus tierras volverán a estar como antes, no se notará nada.

   El hombre, de rostro curtido por el sol y por el tiempo, escrutó a Shinso con desconfianza. Luego contempló por un instante la tierra y negó despacio con la cabeza.

   - ¿Qué es lo que no te parece bien, eh?- le urgió Shinso con la voz alterada. Con sólo veintidós sostenía el tono grave y ronco de los que acostumbran a fumar y a gritar. Su cuerpo nervioso no soportaba la falta de acción.

   El hombre volvió a negar con la cabeza.

   - Quiero el dinero cuanto antes.

   Shinso se echó a reír y miro por encima del hombro. A poca distancia de ellos dos, a a entrada del camino que llevaba a la finca, estaba estacionado un todoterreno negro. Apoyado en una de las puertas estaba apoyado un chico de pelo cenizo con las piernas cruzadas, aparentemente más joven que Shinso.

   Devolvió la mirada a Shinso y alzó levemente el mentón, en una actitud más adulta de lo que esperaba.

   - Un trato es un trato, viejo estupido- exclamó Shinso con una sonrisa que se convirtió en una mueca torcida. Se echó la mano al bolsillo trasero del pantalón, donde tenía la pistola. Sentía palpitaciones en los dedos.

   Shinso ignoró el tono suplicante y las lágrimas que asomaban de los ojos del agricultor. Sacó la pistola y apuntó al viejo en la sien. Éste se urgió al instante.

   - Vamos a ver si te convenzo. Voy a abrirte un agujero en la cabeza y a meterte dentro una idea muy simple: nosotros no pagamos por adelantado.
  
   - ¡Shinso!- gritó el chico junto al coche, enderezándose.
  
   - ¡Métete en tus asuntos!- chilló Shinso- Estoy hasta las narices de tratar con estos pedigüeños- añadió, mientras apretaba el cañón de la pistola contra la sien del agricultor- ¿Qué me dices, te parece bien? Os mando a tu mujer y a ti al otro barrio.

Die TogetherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora