Capítulo 10

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POV's NATALIA

Habían pasado un par de semanas desde que las cosas habían cambiado entre Alba y yo, y toda la felicidad que sentía, no cabía en mi pecho. Me sentía tan llena y tan feliz como hacía tiempo no lo hacía, y cada vez que recordaba cómo era pasar tiempo con ella, sonreía inconscientemente.

Pero como una vez me dijo María: la vida espera esos momentos en que estás más feliz, para joderte de la mejor manera. Entonces, podía hacer un balance y resumir en que no todo entre nosotras era tan perfecto como los cuentos románticos lo pudieron hacer creer. Pero al final, estaba bien; el romanticismo era un invento del patriarcado, quizás el peor y el más peligroso de todos.

En algunos días, me sentía realmente confundida por las actitudes de Alba, pues en ocasiones era como estar con dos personas diferentes; cuando estábamos a solas, en la intimidad de nuestra habitación, se comportaba de la forma más dulce, siempre sonriendo, feliz, como si no le importara nada más que seguir besándonos hasta que alguna de las dos cayera rendida por el sueño.

Sin embargo, las cosas se iban completamente al otro extremo cuando nos encontrábamos casualmente por los pasillos de la escuela, o coincidíamos con Julia en algún sitio. Claro que yo entendía que tenían estaban juntas antes de que yo llegara a su vida, y que por supuesto que en la naturaleza dulce de Alba jamás se presentarían actitudes que lastimaran a alguien con quien compartió tantas cosas, pero me resultaba cada vez más complicado estar lejos de ella, o comportarme como si no quisiera comerle la boca en la misma medida que escucharla silbando alguna de las melodías francesas que tan bien se sabía.



Cuando llegábamos a encontrarnos con Sabela, las cosas tampoco eran muy distintas. Ella siempre se mostró como una chica que compartía sus pensamientos sin importarle lo que los demás tuvieran qué decir al respecto, pero con una elegancia y naturalidad que resultaba difícil verlo como una falta de respeto. Era tan hermosa como irreverente, y cuando mostraba su sonrisa sincera, no había forma de sentir algo negativo por ella.

En varias ocasiones me invitó a "pasar el tiempo", de una forma despreocupada y franca que hacía que no resultara difícil imaginarse a qué se refería con ello. De hecho, parecía especialmente fácil para Alba, quien sonreía de una forma falsa que difícilmente se acoplaba a ella, y seguía su camino como si no escuchara lo que estaba sucediendo.

A veces pasaba minutos enteros preguntándome qué pasaba por su mente, y si mi interpretación de sus silencios era correcta... Pero también yo me callaba, y elegía no ser quien de alguna forma "jodiera" lo que estaba pasando en nosotras, aunque no tuviera claro qué era.


Si embargo, a veces era inevitable sentirme triste por no tener claro lo que había entre las dos. Tenía tantos deseos de gritarle que me estaba volviendo loca no poder sentir control sobre mis emociones, que me aterraba pensar en perderla, y que cada vez eran más insuficientes los besos, porque quería tocarla de tal manera que incluso su alma fuera acariciada por mis manos.

Pero nunca me atreví.

Me callaba porque era más fácil sentirla junto mí, durmiendo una siesta después de la última clase, o abrazarla por la espalda mientras ella cepillaba los dientes y lograba, con mucho esfuerzo, acomodar su cabello platinado.

La situación, en ocasiones, comenzaba a ser desesperante, como una tarde en que, teniéndola abrazada, conversábamos de temas triviales, hasta llegar al tópico de su grupo de amigos. Al inicio sonrió con emoción y amor al hablarme de ellos, hasta llegar al nombre de una chica que había sido sumamente especial para ella; cuando Alba la nombró, sus ojos se llenaron de lágrimas y su voz se convirtió apenas en un murmullo.

Serendipia (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora