Capítulo 14

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Pasaron dos semanas desde aquel momento en la habitación, y yo me estaba volviendo poco menos que loca.

Nunca me había gustado dramatizar, y francamente, no era muy buena para estar en malas situaciones. Prefería tomar todo con calma, aislarme hasta que las cosas estuvieran más tranquilas, y dejar que todo siguiera su curso.

Muy a mi pesar, al parecer Alba era igual que yo en ese aspecto.

Como era lógico, por prácticamente vivir juntas, compartíamos encuentros breves e incómodos, por no mencionar silenciosos.

Alba me miraba apenas, cuando despertábamos y cada quien se encargaba de su higiene personal. Yo me encargaba de verla mientras tenía una lectura nocturna que se hizo una rutina desde la noche de aquella vez que "discutimos", y por la tarde, ella se iba a estudiar a la biblioteca, mientras yo me quedaba en la habitación escribiendo, o en la habitación de Sabela, que se había vuelto un poco más cercana durante esos días.

Sin embargo, extrañaba a Alba. ¿Cómo no hacerlo?... Cada vez me era más complicado pasar a su lado sin buscar cualquier pretexto para hacerla sonreír, o no sonreír yo misma cuando la notaba concentrada, sacando la lengua mientras realizaba cualquier actividad que le requiriera un poco de atención.

Pero no estaba dispuesta a buscarla. No se trataba de orgullo, sino de protección a mí misma. Suficiente me había dolido con el fin de semana que pasamos juntas, así que no quería ni imaginar cómo sería establecer algo más cercano con ella. No quería sentirme vulnerable, no quería sentirme ilusionada. No quería sentir todos los síntomas del enamoramiento, aunque sabía perfectamente que vaya que estaba enamorada de ella.

Pero más que nada, no quería molestarla. Muchas veces noté que su nariz estaba roja, y que suspiraba quedamente, con tristeza, como si estuviera pasando por un momento realmente malo. En más de una ocasión quise acercarme para al menos reconfortarla, pero me era incómodo y doloroso pensar que se encontraba así por una situación ajena a nosotras, y más concretamente, que se encontraba así por Julia.

Por ello, me conformaba con tratar de hacer ligera la situación entre nosotras, evitándola todo lo que fuera posible, y concentrándome en mis estudios, llamar a mis papás cada tarde, pasar tiempo con Sabela y escribir lo más que pudiera.

Tenía miedo, sin embargo. Faltaban dos semanas para las vacaciones y no era el mejor momento para estar lejos de alguien a quien de verdad apreciaba. Serían tres semanas de no verla, y ya las estaba sufriendo desde ese instante. Sabía que tenía que dejar de pensar en ella, pero me era inevitable sentir una nostalgia anticipada la simple idea de no verla por ahí, en pijama, con el cabello hecho un desastre al despertar.

Estaba pilladísima, y no tenía más opción que admitirlo, porque el negarlo no lo desaparecía. Y tampoco tenía más opción que admitir que no era correspondida.

Una tarde, Sabela me invitó a su habitación, colocando como excusa que necesitaba pedirme mi opinión respecto a un tema en el que sólo confiaba en mi criterio.

A pesar de que había tenido una mañana bastante mala, por la presión de mis asignaturas, el hecho de que olvidé poner la alarma y se me hizo tarde para la primera clase, y que mis papás estaban preocupados por la salud de un familiar cercano, acepté ir con ella porque prácticamente, sin su compañía hubiera hecho muchas estupideces durante esas dos semanas. Además nunca me sentaba mal su compañía, ¿cómo podría hacerlo, si era una chica tan sincera, analítica, dulce e inteligente?...

Tras verificar la hora en mi móvil, revisé mi maquillaje, me coloqué una remera en color negro que combinaba con el resto de mi outfit, eché algo de mi colonia cítrica, y salí rumbo a la habitación de Sabela, llegando en menos de cinco minutos. Luego de tocar un par de veces, abrió la puerta, recibiéndome con una sonrisa cálida y con un abrazo que me resultó bastante agradable.

Serendipia (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora