¿Conocen a alguien que tiene el mundo bajo sus pies? Yo sí.
Su nombre es Debby Wilson. O Catté Wilson, como le llamo yo.
Es una de las chicas más hermosas que conozco, y tiene, como les decía, el mundo a sus pies. Al menos mi mundo.
Sólo hay un pro...
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—¿Qué haces aquí? Te dije que te fueras.
Robbin observó en una sonrisa. Tenía los pies sobre el escritorio del director, rodó lo ojos algo incrédulo.
—Creí que dijo que lo esperara aquí mientras usted buscaba no sé qué cosa...—Robbin se puso de pie y sopló un mechón que caía de su rostro.—...Pero bien, me retiro.
La mirada del director no fue una pacífica, se lo notaba molesto pero algo impotente; parecía que quería lanzarle una de esas escobas como las que tiene la tía Chelita, y Jonny, créeme cuando te digo que no quieres ver cuando la tía Chelita usa su escoba...ni tampoco estar cerca de ella, tiene una puntería finísima. Es en estos momentos que me pregunto porqué ella no habrá entrenado tiro al blanco...Sería millonaria. En fin.
Robbin pasó por el lado del director, se detuvo unos momentos junto a mí y me sonrió. Tal vez vio mi rostro de embobada y temía que no cierre mi boca jamás, admirando lo guapo que se veía.
—Tengo que hablar contigo, después.—Me susurró al oído y asentí como desquiciada. En realidad, supongo que me dijo "tengo que hablar contigo", porque lo único que me importaba en esos momentos era a la poca distancia que lo tenía y las cosquillas que me causaba sentir su respiración tan cerca.
Sentí su perfume desaparecer, y yo estaba tan anodada que casi me había olvidado las razones por las que estaba en la dirección.
—Tomen asiento.—El señor Connor acomodó su silla y se sentó en ella. Mark y yo obedecimos a sus órdenes con el corazón en la boca.—Creo que no es necesario que les pregunte por qué están aquí, pues...
Se escuchó un golpeteo en la puerta, luego un rechinido.
—¿Señor director? ¿Puedo hablar con usted?—La voz fue de una muchacha, estaba en el umbral con una mueca de preocupación evidente.
—Ahora no, estoy ocupado...—Dijo el señor Connor mientras acomodaba unas hojas de papel.
—Es sobre sus tacos.—recalcó la joven.
El señor Connor abrió la boca para decir algo, pero la cerró deprisa.
—Disculpenme un momento.—Se excusó, se levantó para caminar hasta la puerta y cerrarla tras sí, dejándonos a Mark y a mí encerrados temporalmente en aquellas cuatro paredes. (Aunque no sé exactamente si llamarlo "cuatro paredes" ¿sabes? Pues tiene como ciertas esquinas que están algo dobladas y...Bien, bien, me concentro. ¡Mira un extraterrestre! Ah, todo el mundo cae. Sí, Jonny, con todo el mundo me refiero a mi gato, su bolsa de comida se llama "Un extraterrestre", así que cada vez que digo esas palabras, alza sus orejitas y corre hacia mí no importa si está en el tejado. (No, en serio, un día estaba andando por el tejado, le puse un poco de su comida en el suelo del jardín y ¡Bam! que se lanza como un cohetillo...Creí que no viviría para contarlo, pero no pareció dolerle a pesar de haber caído como un trompo al suelo.))