¿Conocen a alguien que tiene el mundo bajo sus pies? Yo sí.
Su nombre es Debby Wilson. O Catté Wilson, como le llamo yo.
Es una de las chicas más hermosas que conozco, y tiene, como les decía, el mundo a sus pies. Al menos mi mundo.
Sólo hay un pro...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—Nos vamos a morir.
Fueron las palabras que salieron de mi boca al ver aquella puerta cerrada en mis narices.
Nunca me había pasado algo como esto, tampoco estuvo entre mis planes jamás.
—Creo que estás exagerando, linda.
Ryan Williams se puso las manos en los bolsillos mientras se recostaba en un muro a mis espaldas.
Fruncí el ceño con fastidio.
—Tal vez. Quién sabe, quizás nadie se acuerde que estamos aquí y nos abandonen para siempre.
Observé nuevamente la cerradura, estaba cerrada. Una gota de sudor se deslizó por mi sien.
—Esto no puede estar pasando.—Susurré.
¿Pero qué está pasando, Catté? Seguro te preguntas ¿Cómo que no te lo estabas preguntando? Bah...Igual te voy a decir. Bien, lo que ocurría era nada más que una desgracia.
Empezó cuando la campana de salida tocó. Mark y yo teníamos que cumplir con el castigo que se nos había asignado por infiltrarnos en la secretaría, así que nos quedamos a esperar las órdenes del director.
Recuerdo que tenía baja batería del teléfono, así que llamé a Tina para avisarle que no viniera a buscarme. Ella ya sabía del castigo, pero no se ahorró las palabras y aprovechó para regañarme de nuevo. Apagué mi teléfono, para que su batería no se gastaste, después de repetir monosílabos de afirmación y de despedirme de mi prima, diciéndole por tercera vez que la llamaría cuando el castigo haya finalizado.
—¿Tina te castigó también?—Me preguntó Mark mientras yo guardaba el celular en mi mochila.
—No hay mucho de lo que pueda castigarme.—Me encogí de hombros.—Sólo me dio una que otra reprimenda.
El señor Connor no tardó en hacer su aparición frente a nosotros, nos llamó al pasillo y nos indicó lo que teníamos que hacer ¿Qué dijiste, Jonny? Ah, no era nada interesante; tú sabes, barrer y trapera la escuela, nada del otro mundo. Lo difícil era que estábamos cansados, pasar matemáticas con la señorita Cynthia no es un chiste, y si lo fuera, sería uno muy malo.
La escuela comenzó a vaciarse, de repente, solo quedaban algunos alumnos que provocaban un lejano murmullo.
Mi amigo y yo no tardamos en empezar con nuestra labor, creo que cualquier momento hubiéramos caído al suelo, rendidos de tanto sueño que teníamos.
Observé a mi amigo. Se lo notaba cansado, pero no solo físicamente, sino emocionalmente. Sus hombros caían pesados y tenía una mueca melancólica, suspiraba de vez en cuando, pero no eran esos suspiros enamorados, eran esos donde parece que quieres que en ese suspiro se vayan todos tus problemas. Y había estado así desde la mañana.