D o c e .

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Bésame de nuevo,
Siente mis latidos,
Enciende este fuego
Si me abraso,
Que sea contigo.

7 de octubre de 2018

Hay una cosa que duele más que despertarse temprano para ir al instituto; despertarte con una alarma un domingo. Eso sí que duele.

Lo que sea por mi querido hermano, me dije. Reuní toda mi fuerza de voluntad para salir de la cama.

Me puse los calcetines de estar por casa y salí de mi habitación. Mamá y papá ya estaban levantados, decorando la pared del salón con dibujos y trabajos escolares que Jake había hecho cuando era más pequeño.

Sus regalos formaban una pequeña montaña en la esquina de la habitación. Había pasado toda la tarde después del partido de Zoe perfeccionando el collage de Jake. Sinceramente, quedé muy satisfecha con el resultado.

Mis padres habían decidido ser unos tutores envidiables y habían accedido a irse a casa de mis abuelos esa tarde para que Jake montara una fiesta. Sorprendentemente, dejaron quedarme a pesar de que soy menor y sabiendo que Jake quería celebrar sus dieciocho con alcohol. Por no hablar de que hacía menos de dos días desde la última vez que había salido de fiesta.

Y por supuesto, yo no tenía queja.

Miré la hora en mi móvil. Por lo general, Jake solía despertarse sobre las once —siempre que no hubiese ido de fiesta el día anterior, claro—, así que aún tenía por lo menos una hora antes de empezar a preparar el desayuno. Decidí utilizar mi tiempo sabiamente y estudiar para el examen de economía que teníamos el martes.

Tal y como lo había previsto, Jake se levantó una hora y media después de que yo me pusiera a estudiar. Lo supe porque escuché sus pasos al caminar por el pasillo hasta la cocina. Salí corriendo de la habitación y me lancé hacia él para darle un abrazo.

—¡Felicidades! —exclamé—. Ya puedes comprar alcohol legalmente.

—Gracias, enana. —Sonrió.

—Vuelve a tu habitación. Voy a preparar el desayuno —dije. Papá y mamá ya habían acabado de decorar el salón, pero hasta que el desayuno no estuviese listo no quería que Jake viese la sorpresa.

Por suerte no tardé mucho en prepararlo. Hice huevos revueltos con bacon y sándwiches de queso fundido —la práctica había conseguido que pudiese hacer todo eso sin quemar la cocina—. También había comprado unos muffins de distintos sabores por si le apetecía algo más dulce.

Dejé todo en la mesa del comedor y fui a la habitación de Jake. Mis padres estaban felicitándolo.

—Dieciocho años, eh —dijo mi padre—. Casi cuesta creerlo.

—Para mí siempre serás nuestro chiquitín —aseguró mi madre estrujando sus mofletes. Mi hermano no tardó en quejarse.

—Ya he terminado el desayuno —anuncié.

—En seguida vamos.

—Abre el mío primero —ordené.

—¿Y cómo sé cuál es el tuyo? —preguntó Jake.

—El del papel de regalo verde. Sí, ese.

—Vale —dijo antes de comenzar a romper el papel que envolvía el collage. Poco a poco se comenzaron a ver partes del corcho donde estaban colocadas varias fotos nuestras. Pude reconocer enseguida una en la que salíamos los dos con la cara entera manchada de Nutella.

Kate & Ethan ✔️ | YA EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora