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Capítulo 20 y 25

Ethan

18 de octubre de 2018

Pintar siempre me ha relajado, incluso entonces. Las horas que pasaba dibujando eran las que me permitían pensar con claridad. Me trasmitía paz.

En esos momentos me encontraba esbozando el dibujo de un gato que había comenzado esa misma tarde. Por lo general prefería dibujar a personas pero de vez en cuando me gustaba retarme a mí mismo y probar algo diferente.

Justo cuando estaba apunto de terminar el boceto, alguien tocó a la puerta de mi habitación.

—Pasa —invité. No fue una sorpresa para mí que fuese Kate quien apareciera tras la puerta. Sabía que había venido a estar con Zoe y lo cierto es que me moría de ganas de que viniese a estar conmigo un rato también. Lo que sí me sorprendió fue la guitarra que sostenía en sus brazos —. ¿Y eso?

Dejé el lápiz sobre la mesa y me levanté para acercarme a ella.

—Me la ha dado tu padre.

No pude evitar besarla en cuanto estuve lo suficientemente cerca de ella. Me incliné hacia sus labios y en el momento en el que estos rozaron los míos, sentí una calidez a la que ya me había acostumbrado después de todos estos años. No obstante, seguía pareciéndome igual de fascinante.

—No sabía que tocaras la guitarra —dije en cuanto me aparté de ella.

—No soy muy buena. Sé tocar un par de canciones, no más.

—¿Puedes tocar alguna ahora? —pregunté. Kate hizo una mueca dubitativa. La había escuchado cantar con anterioridad pero esa sería la primera vez que tocaba un instrumento frente a mí.

—Vale —aceptó. Sonreí de oreja a oreja y me senté de nuevo en la silla frente a mi escritorio, solo que mirándola a ella.

Kate se sentó cuidadosamente sobre mi cama, con la guitarra apoyada sobre su regazo. Adoraba la delicadeza en sus movimientos, se movía como si todo lo que le rodeaba fuese frágil y ella fuese la única consciente de ello.

—No me mires tan intensamente —protestó. Solté una carcajada al ver que solo mi mirada había bastado para que se pusiese roja como un tomate.

—¿Y a dónde quieres que mire?

—No sé —se encogió de hombros avergonzada —, ¿no puedes dibujar algo mientras yo toco?

—Solo si cantas también.

Había que aprovechar las oportunidades que la vida nos daba. Si la vida te da limones, haz limonada. Bueno, pues si la vida me pone enfrente a la mujer con la voz más preciosa que existe, yo me aseguro de escucharla tantas veces como pueda.

—Hecho —aceptó a regañadientes.

Cogí uno de mis cuadernos de dibujo y Kate comenzó a tocar la guitarra. No estaba acostumbrada, se notaba en la inseguridad de sus movimientos, y a mí eso me parecía adorable.

Sus dedos rozaban las cuerdas casi superficialmente, como si fuesen pequeños hilos de cristal que pudiesen romperse con la mínima presión. A eso me refería antes, esa manera de cuidar sus movimientos era muy característica suya.

Kate & Ethan ✔️ | YA EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora