—Cómete eso, no seas una niña maleducada —me regaña Stella, la esposa de mi padre.Le sonrío falsamente y vuelvo a mi tarea de acabarme la langosta más imposible de comer. Literalmente, creo que llevo como 45 minutos tratando de pasarme el tercer jodido bocado.
Accedí a un almuerzo con mi padre y su familia, no porque mis madres me hayan obligado ni nada por el estilo —nótese el sarcasmo—, sino porque en verdad llevaba un poco de tiempo sin verlo.
El problema es que no es un almuerzo común y corriente, no, por supuesto de que no.
Tuvo que ser en un yate lujoso —casi parece un puto crucero—, junto con muchos socios de negocios con los que mi padre trabaja, abogados, jueces, blah blah blah. Y el grupo de señoras chismosas con los que Stella toma el té todos los miércoles. ¡Oh, claro! Y sin olvidar a los amigos mimados y egocéntricos de Darla, que no han parado de hablar a mis espaldas; lo más gracioso es que en serio creen que son discretos.
Que coman mierda todos.
No entiendo por qué deciden hacer el banquete en un yate, si el clima se está haciendo frío ya que estamos en otoño, pero bueno, los ricos y sus irregularidades climáticas.
Mi padre y un socio de él (creo que es el señor Fergusson) se acercan a Stella y a mí con una sonrisa en sus rostros, ugh. Stella es la primera en hablar.
—Le decía a Billie Anneliese que estoy muy orgullosa de que ya vaya a pasar a la Universidad —¿cuándo carajos me dijo eso? Porque no lo recuerdo—. Es un orgullo para mí tener a esta jovencita en mi familia, casi se parece a Darla —termina de decir con una sonrisa educada.
Claro que no, ¿orgullo para ella? ¡acaba de regañarme porque se me dificultó comer una jodida langosta!
—De hecho estoy planeando tomarme un año sabático —me sincero. Mi padre y Stella me miran como si lo que acabara de decir fuese lo más estúpido del mundo. ¿Ahora qué hice?
El socio de mi padre me sonríe con empatía.
—Deme más vino blanco —le dice el señor Fergusson a un camarero que va pasando, el camarero asiente y se aleja mientras el hombre sigue platicando con mi padre.
Carraspeo y me levanto de la mesa.
—Ahora vuelvo —me alejo de ellos a paso rápido y me voy a la mesa de dulces.
Si mamá me hubiera dicho que iba a ser un banquete lleno de viejos de cincuenta años para arriba jamás habría accedido a venir.
La engañada, soy.
Si tan solo me hubiera hecho la enferma. El hubiera no existe, así que me quedo jodida; jamás pensé que un "Okay, iré, ya déjenme comer" me llevaría al punto de querer lanzarme por la borda de este estúpido bote.
Tomo un pastelillo de nuez con quien sabe qué fruta exótica, lo meto a mi boca y me lo como en dos bocados. Justo cuando quiero volver a la mesa, Darla se acerca con un chico y una chica a sus lados.
La chica que está al lado de Darla no me sonríe, pero sí a los pastelitos que están al lado mío.
—¿Esos son pasteles de Uchuva? ¡Me encantan! —toma un pastelillo y le da una mordida extremadamente pequeña.
Santa Virgen, dame paciencia.
No, no. De seguro esta chica está en la dieta de pico de pollito. Es lo más lógico.
—¿Uchu.. qué? —pregunto. Darla y los demás me miran con burla, seguido, mi hermanastra se acerca a mí a paso lento y me observa de pies a cabeza.
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Atrápame si puedes
Teen FictionNo quiero empezar diciendo que esto trata de la típica chica que se enamora de un chico... Bueno ¡al diablo! Sí lo es pero es mucho más complicado de lo que suena. Yo, jamás en mis diecisiete años de vida había estado en una situación tan difícil...