36. cena PeRfEcTa

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—Ese no va con esto, ¿estás segura de querer usarlo?

Suspiro por como la decimosexta vez en este rato que llevo buscando un atuendo en mi armario con mis madres y Jamie.

Maldita suerte de la gran puta, ¿en qué mundo tuve que aceptar cenar en casa del chico que me gusta y sus padres? Ah, sí, en este mundo donde estoy bien estúpida.

—Lo siento, Bill... pero si vas a cenar con sus padres lo mejor es dar una buena impresión, ¿no crees? —dice mi mamá después de tenderme un suéter morado.

Aprieto mis labios y suelto un gruñido.

—Mamá, no me estás ayudando... voy a parecer una abuela usando esto —apunto al horrendo suéter—. Es más, ¿de quién es? Te aseguro que nadie debería usar ese suéter en un largo tiempo. —Arrugo mi nariz con desagrado.

Alguien carraspea.

—Es mío. —Dice Ronnie con una ceja alzada.

Ay.

Le sonrío levemente y otra vez me dedico a indagar por mi armario. Es que no lo entiendo, ¿desde cuando me volví fan de las camisetas deslavadas? En definitiva necesito un nuevo guardarropa.

Le gruño al clóset en cuanto me percato de que no tengo ni mierda para ponerme. Jamás había tenido problemas relacionados con la ropa, me parecían absurdas las chicas que sí los tenían, pero... ahora las entiendo completamente.

Dándole una última mirada a las prendas, Jamie se me acerca por detrás y me soba la espalda.

—No te preocupes, todo saldrá bien, solo sé tú y ellos te amarán. —Su sonrisa irradia optimismo, un optimismo que yo no siento y que desearía que se me pegara como un jodido chicle.

Comienzo a asentir para convencerme de sus palabras.

—Es verdad, ¿no? Les agradaré y seré yo misma porque es la única forma en que sé existir y eso está bien ¿no? Y si no les caigo bien también puedo vivir con eso, no es como si fuera a ser el fin del mundo si los padres de Jack me odian, me refiero... ¿a cuántas chicas no les pasa eso día a día? ¡A cientos! Además, ¿qué importa si no les agrado? Eso es parte de la vida ¿no? ¿NO?

Jamie me da un asentimiento sorprendido.

—Nunca he visto a nadie moverse a través de las cinco etapas del dolor tan rápido. En serio tienes un increíble rebote, Bill.

En eso mi madre y Ronnie hacen su aparición en mi habitación, ambas lucen emocionadas por alguna extraña razón y quiero abstenerme de preguntarles qué las trae tan felices cuando su hija está en crisis, pero mis labios se me adelantan.

—¿Por qué carajos están sonriendo como si hubieran encontrado la jodida cura contra el cáncer? —les cuestiono a ambas. Alterno mis ojos entre ellas y finalmente mi progenitora rueda sus ojos y suelta un sonoro suspiro cargado de emoción.

Deja a la vista lo que tiene detrás de su espalda y abro mis párpados con sorpresa en cuanto veo el atuendo que tiene en mano.

Es mi camiseta de la suerte.

De la suerte.

—¡¡AH!! —no puedo evitar gritar—. ¡Mierda! ¡¿Dónde carajos estaba?! —doy pequeños saltos mientras chillo y la tomo de sus manos. La escaneo, y sí, sigue estando igual. El color azul rey hace juego con el morado que resalta de los hombros de esta. Puta mierda, la extrañaba...

—En unas cajas que no recordábamos que guardamos —dice Ronnie con una sonrisa.

—¿Le vas a decir a tu papá que la encontramos? —pregunta mi madre, sacándome de mis felices pensamientos.

Atrápame si puedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora