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YoonGi no quería.

Por supuesto, si el no fuera un mafioso que se ve (de vez en cuando) envuelto en tiroteos o si no tuviese a un globo terráqueo como Omega, probablemente no tendría que ir de visita con la bruja Park.

La maldita mujer era una hemorroide o algo así.

—YoonGi bebé, lleva mi bolsito. —JiMin apuntó con su dedo cubierto de crema, mientras devoraba un pastelillo.

—¿El de conejo?

—Ño, el de perrito.

Evitando rodar los ojos, YoonGi tomo la estúpida cosa y salió detrás de su feliz Omega. JiMin iba dando brincos, rebotando literalmente.

—¡Cuiden la casita, nada de fiesta, drogas y orgías con las chicas de limpieza!

Cerró los ojos, sintiendo pena por sus pobres hombres. Coño, JiMin no se limitaba en nada y así como lo avergonzaba a el, lo hacia con cualquier Alfa que se cruzara en su regordeta presencia.

Y era tan tierno que no podías enojarte y arrancarle la cabeza. Puff.

—Yoon, amor.

—¿Si?

JiMin engulló el último trozo de pastelillo y se llevó las manos a la cintura (lo que sea, ustedes entienden) le dio su mejor mirada y formó ese piquito de pollito que tanto amaba.

—¿Me veo gordo?

Y aquí es donde Min YoonGi les pregunta, ¿que harían ustedes?

¿Mentir y decir que no? ¿Decir que no por algo le apodó globo terráqueo pero que se caga de miedo y por ello solo lo pronuncia en su cabeza? ¿Ser hombre o mujer y echarle huevos u ovarios?

—Ante mis ojos eres y serás por siempre, el mas perfecto ser que pisó el mundo y mi universo.

—¡Ay! ¡Te amo mi cielo!

Exacto. Min YoonGi decidió vivir.

Red Velvet © YoonMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora