Capítulo 19

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Me siento un poco desorientada y me duele la cabeza. Abro los ojos pero la luz me siega a lo que cubro mi rostro con mis manos para luego comenzar a parpadear para irme acostumbrado poco a poco a la luz, finalmente logro abrir mis ojos y me percato que estoy en una habitación de hospital, la verdad no me sorprendo mucho pues estoy casi que segura que he tenido una reacción anafilatico, pero a decir verdad no se específicamente qué me causo esto pues no spoy alérgica a la mantequilla de maní, a la jalea o algo así, y mucho menos a las naranjas. En eso me centro en un extraño peso que siento sobre mi regazo, bajo mi mirada y veo a un angelical Thomas dormido. Suelto una pequeña risita y comienzo a acariciar su cabello con mis dedos. 

Pasan unos veinte minutos y siento como Thomas se remueve en mi regazo, volteo a mirarle y veo como se frota los ojos cual niño pequeño a lo que siento como mi corazón da un vuelco por lo tierno que se ve.

-Buenas tardes bello durmiente- digo burlona.

-Días  querrás decir- dice adormilado.

-Tardes, son las tres y cuarto-.

-¿Qué?- dice con sus ojos tan abiertos que parece como si fuesen a salir de sus cuenco.

-Tal como lo oíste anciano- digo burlona.

-¡¡DEMONIOS!!- grita para luego correr hacia un perchero y tomar un largo gabán negro.

Se dirige hacia mi y deposita un casto beso sobre mi frente y sale corriendo por la puerta de la habitación y desaparece al atravesarla; ni que tuviera una junta para discutir asuntos importantes sobre un  negocio en el extranjero o algo por el estilo.

Ya ha pasado una hora, en eso entra un hombre alto al que le calculo unos treinta y cinco años, ojos grises, tez morena y cabello castaño con unas cuantas canas. Viste un pantalón de traje color gris oscuro, con una camisa azul y una corbata a juego además de una bata blanca de medico y su estetoscopio. Mi vista se dirige hacia el bolsillo en la parte superior de su bata la cual tiene una etiqueta metálica color plata en la cual logro ver grabado su apellido.

-Hola Lía, ¿cómo te sientes?- pregunta con una voz ronca y gruesa la cual me hace estremecer.

-Buenas tardes doctor Jhonson- digo a lo que el me mira confuso.

-¿Cómo conoce mi apellido señorita Reid?-.

-La etiqueta en el bolsillo superior de su bata- digo apuntando a este.

-Oh..., lo siento- ríe - soy un poco distraído- dice poniendo una de sus manos sobre su frente.

-Ya lo noté- digo como si nada.

En eso me enfoco en su mano y logro ver una argolla matrimonial de plata en su dedo anular, ahora entiendo sus palabras y acciones tan ridículas. No hay nada más ridículo que un hombre casado que tiene problemas con su esposa y que para librarse por cinco minutos de su miseria, busca a cualquier otra con la cual revolcarse, ohh... espera, de hecho sí hay algo aún más ridículo y son todas aquellas tontas las cuales en algún momento permiten ser atrapadas por el lobo. “Y uno muuuuy viejo”. Concuerdo contigo.

-¿Cómo te sientes?- pregunta coqueto.

-De la cabeza creería que bien… tal vez , y en tanto a lo demás, preferiría que me llevase el diablo- digo a lo que el hombre estalla en carcajadas, pero yo me mantengo seria.

-Y... ¿tienes planes para el viernes?, en caso de que no, tal vez podríamos...-  no le permito terminar la frase a causa de mi interrupción.

-Hey, despacio casanova. No soy una de esas golfas las cuales se tiran al primer desdichado perro faldero que ven- escupo mis palabras.

-Calma linda- dice riendo de forma satírica.

Me levanto de la camilla lentamente, y una vez mis pies están bien posicionados sobre el frío suelo, camino hacia el hasta quedar a unos pocos centímetros de su rostro. Su mirada se fija en mis labios y una de sus manos se dirige hacia mi mejilla hasta colocarse sobre ella, me acerco a su oído para luego tomar un a de sus muñecas y torcerla mientras me acerco a su oreja.

-Te juro por por tu miserable y patética vida que si me vuelves a tocar o siquiera a hablarme como si yo fuese tu puta madre- hago una leve pausa para torcer un poco más la muñeca e incrementar su dolor- te voy a destrozar de adentro hacia afuera. Comenzando por tus tan amados hijos- digo separándome lentamente de él sin dejar de mirarle a los ojos los cuales no reflejan más que terror.  

Dibujo en mis labios una sonrisa un tanto macabra y doy un paso atrás y me doy media vuelta para luego ir de regreso a la camilla.

-Te advierto que si llegas a mencionar algo de lo sucedido en esta habitación no solo acabaré con tu familia, si no también con tu carrera y tu patética vida- el sujeto asiente frenéticamente para luego salir casi que corriendo de la habitación. 

Una media hora después llega otro médico bastante joven y muy guapo, yo diría que de unos veintiséis junto a otro de unos veinte, de seguro debe ser un practicante. 

-Buenas tardes señorita- me saluda el mayor con una perfectamente alineada y blanca sonrisa.

-Buenas tardes doctor... Coleman- digo leyendo la placa de su bolsillo.

-JAJAJA- oigo como se carcajea el más joven a lo cual yo le miro algo confusa.

Miro al doctor Coleman y el simplemente se limita a hacer un ademan de no tener idea qué le sucede al más joven.

-Lo siento mucho señorita, es que... verá, es la primera paciente “respetuosa” o que disimula muy bien que quiere violar al doctor Coleman- dice volviendo a carcajearse, y yo no puedo evitar unirme a él.

-Dios por qué ya no hay gente seria en este hospital- dice el doctor Coleman  en tono de broma.

-Los menos serios somos los mejores- digo entre risas.

Después de un buen rato finalmente logramos parar de reírnos, acto seguido el doctor Coleman me explica que de ahora en adelante el será mi médico de cabecera y además médico internista porque el doctor Jhonson no se encuentra en condiciones, no sé cómo va a hacer, pero lo será. También me ha hecho las típicas preguntas de seguimiento y la revisión mientras el practicante se limitaba a ver y escuchar cada una de las preguntas del doctor, al igual que mis respuestas y el procedimiento que se llevaba a cabo. 

-Bien, esos es todo por hoy señorita Reid. Ha sido un placer para mi tenerla como la primera paciente que me ha hecho reír de verdad y no ha intentado ligarme- dice riendo un poco- discúlpame, no quiero sonar egocentrico ni nada por el estilo- me dice tendiéndome su mano derecha a lo que yo la estrecho.

-El placer a sido todo mío al haberme encontrado un doctor que no fuera un viejo verde o un amargado- digo a lo que él ambos ríe levemente.

-Puedes llamarme David, y yo de ti me cuido porque por aquí hay muchos de esos- dice con una hermosa sonrisa.

-Gracias David, y puedes llamarme Lía- digo en un intento de hacer una voz elegante.

-Gracias a ambos por dejarme de lado- dice el menor.

 -¿Cómo quieres que te llame?- dice a lo que veo como su rostro se ilumina.

-Llámame Adam- me dice el menor con una gran y sincera sonrisa dibujada en sus labios.

-Está bien Adam- digo denvolviéndole el gesto.

Una vez ambos se retiran no puedo dejar de pensar en aquel hombre de veintiséis años, alto, delgado pero a la vez con una muy buena figura, con una blanca y perfecta sonrisa, ojos negros y penetrantes, un perfecto cabello azabache y piel morena. Me causa intriga, y he de admitir que ha logrado que por primera vez en mi vida me hubiese sentido cómoda con un doctor varón. 

𝕹𝖆𝖗𝖈𝖔𝖙𝖗𝖆𝖋𝖎𝖈𝖆𝖓𝖙𝖊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora