Capítulo 38

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Me encuentro junto a Aaron, ambos sentados en las sillas de en frente de la isla en medio de la cocina. La señora Johnson se ha estado sintiendo mal estos días, así que no ha podido venir esta semana, a decir verdad me tiene algo preocupada, pues anoche me llamó su hija comentando que su fiebre sigue sin bajar.

- ¿Está emocionada doctora? - dice Aaron sacándome de mis pensamientos.

-A decir verdad, estoy más nerviosa que el día de la entrevista- digo envolviéndome con mis propios brazos.

-Descuida, no hay que ser un genio para saber que lo harás increíble y te amarán- dice eso dándome un dulce abrazo.

-Gracias- respondo correspondiendo su abrazo.

-Muy bien. Ahora apúrate o se te hará tarde- deposita un suave beso en mis labios.

- ¿Y tú estás listo para ir a D&L? - digo burlona.

-No me... fastidies. Sabes que estoy...

- ¿Intimidado por un montón de ancianos a los cuales vas a manejar? - río.

-Lo haces sonar demasiado fácil- dice en un bufido.

-No te mentiré, no es fácil.

-Mucho menos si eres una mujer y llegas con veinte años- ríe refiriéndose a mi puesto temporal allí.

-A decir verdad sí, me reñían y retaban todo el tiempo. Poco después se dieron cuenta de que no iba dejar que tres viejos retrogradas me hicieran menos- jamás creía enorgullecerme y avergonzarme tanto de algo como el dramita de aquel entonces.

-Haré lo mejor que pueda- dice poniéndose la mano en la nuca.

-No lo dudo- le doy un suave beso para luego asearme los dientes y tomar mi bolsa dispuesta a irme.

Me despido de Aaron y de Eloi a medida que enciendo el auto y acelero. El camino está despejado, lo cual es muy raro, eso teniendo en cuenta que fácilmente puedes gastarte dos horas o más en un embotellamiento. Llego al edificio de mi nueva firma en la cual no solo llegaré a otro nivel, sino que ahora soy también la nueva socia; sigo sin poder creerlo, es como un sueño vuelto realidad. Me acerco al estacionamiento privado del edificio, abren los portones eléctricos a lo que paso y un hombre me entrega una ficha de aparcamiento la cual me indica mi piso.

Una vez ya estacionada, tomo mis cosas y me bajo del auto. Entro a las instalaciones principales y me dirijo con paso firme al elevador, a medida que voy caminando noto que todos me miran con una sonrisa. Devuelvo algunas y entro al elevador que lleva al piso en donde está mi oficina, es en el mismo piso que la de Emilia, las puertas del elevador se abren dejándome ver a una sonriente Emilia junto a un Duggan con cara de trasnochado.

-Hola preciosidad- dice besándome ambas mejillas.

-Hola- le sonrío.

Duggan por su lado inclina su cabeza a modo de saludo, yo hago lo mismo. Emilia toma mi mano arrastrándome hasta una oficina preciosa. Está amoblada de forma discreta pero elegante con elementos en mármol y oro con algunas preciosas plantas en puntos específicos, además de preciosos sillones de terciopelo blanco. Eso por no mencionar el hermosísimo y enorme ventanal a espaldas del gran escritorio con una computadora de última generación junto a una placa con mi nombre.

- ¿Te gusta? - pregunta ella emocionada.

-Es preciosa. Gracias.

-Duggan fue de mucha ayuda. A decir verdad, él escogió más de la mitad de esto, por no decir todo- ríe.

-Gracias- digo esta vez dirigiéndome a Duggan.

Después de un rato Emilia y Duggan se van, dejándome ya lista para trabajar. También me mencionaron que en caso de necesitar a alguien para que me ayude solo debo decirlo y conseguirán a alguien. Me sirvo un café y lo bebo a medida que leo los expedientes de unos nuevos casos, nada fuera de lo común.

Comienzo a hacer mis apuntes y un listado con cosas pendiente para llevar los casos, entonces redirijo los archivos oficiales a las personas indicadas en un archivo para luego comenzar a ojear otros expedientes y papeleo de varios casos distintos determinando si hay alguna cabida a irregularidad, error o fallo. Paso así la mayor parte de la mañana, entonces, escucho un toque en la puerta de mi oficina.

-Pase.

Entra una temblorosa chica de grandes lentes, un enorme suéter de cashmere, una falda tipo preppy a unos dedos sobre las rodillas, medias pantalón de nylon y una camisa color blanco con un listón en el cuello.

-Disculpe, ¿doctora Reid? - dice con voz temblorosa.

- ¿Sí?

-Yo..., este... yo solo- le interrumpo.

-Linda no te ofendas, pero si eres pasante y quieres ser abogada no lograrás nada si eres así de insegura- ella me mira avergonzada.

-Lo siento.

-No te disculpes, no haces mal, pero no te conviene ser tan pasiva. Si quieres ser una buena abogaba se astuta, ataca cuando debas y se prudente- digo a lo que ella asiente.

-Lo tendré muy en cuenta.

-Muy bien, ¿necesitas algo en específico? - interrogo.

-Así es. Yo soy una de las encargadas para llevar uno de los casos que usted actualizó esta mañana. Y quisiera preguntarle cómo debo proceder- dice jugando con el listón de su camisa.

Por favor, que alguien me dé un tiro. Le acabo de decir que debe ser segura de sí misma, es pasante... y no sabe cómo proceder cuando le dan un caso. Esto está mal, mucho peor que mal.

-Quiero que pienses cómo debes proceder y no quiero que te atrevas a volver aquí hasta que me des una buena respuesta. Eres pasante de derecho, no una niña de primer grado preguntando cómo hacer una suma- digo a lo que ella asiente frenéticamente.

-Sí doctora- dice asustada.

Suelto un suspiro y digo:

-Te enseñaré, no soy de cumpliditos y mediocridades. Te enseñaré a hacer segura, y te exigiré como nadie lo ha hecho en tu vida. Por supuesto, si estás de acuerdo- ofrezco.

-Sería un honor doctora Reid- dice con un brillo especial en sus ojos.

-Muy bien, ahora vete. Te veré a las siete en el café francés, a una cuadra de aquí- digo a lo que ella responde con varias reverencias mientras sale a medida que va cerrando la puerta. 

Que ridículo, y patético. Me recuerda a mi cuando me importaba lo que la gente pensara de mi, debe entender que el mundo no es color de rosa pero tampoco estar siempre a la sobra de alguien.

𝕹𝖆𝖗𝖈𝖔𝖙𝖗𝖆𝖋𝖎𝖈𝖆𝖓𝖙𝖊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora